sábado, 30 de diciembre de 2017
Too black, Miss Three
¿Puede un animal ser feliz?
No tengo la menor idea. A muchos humanos les gusta pensar que sí, que aquellos que tienen consigo de una u otra forma sí lo son, pero la felicidad es concepto humano en el que ni siquiera nosotros mismos nos ponemos de acuerdo. Basta cambiar no ya de cultura, sino simplemente de barrio, para que cambie el objetivo y la definición.
Por esto, entre otras cosas, no tengo claro que mis buenos deseos puedan expresarse con un "Cumpleaños feliz", pero me apetece usar esta fecha para unas reflexiones de fin de ciclo y, acaso, para presentaros -o traeros a la memoria, porque ya he escrito en otras entradas- a una de mis referencias en esta vida que voy procurando llevar.
Se cumplen 42 años de su nacimiento en Oklahoma. Nunca vivió libre o no, al menos en lo que los humanos entendemos por libertad, puesto que fue alumbrada en la universidad, aún así, adora tomar el sol en exterior. La Señorita Tres domina como ningún otro congénere el lenguaje de signos que le enseñaron unos humanos en su niñez, pero lo que para ella signifiquen esas señales solo podemos intuirlo. ¿Las hace más a menudo porque le gusta lo que simbolizan? ¿Las repite por la aceptación que le suponen? ¿O hay otra ignota razón que la anima a ello? Tatu* no puede contárnoslo, porque pese a su saber y al nuestro, una barrera de incomprensión nos separa a humanos y chimpancés (Pensemos, por ejemplo, que tuvieron que pasar muchas décadas de los pasados siglos para que entendiéramos que aquella contracción facial que les hacía mostrar sus dentaduras no era una sonrisa de satisfacción).
Tatu es para mí un símbolo de las innumerables paradojas de nuestra relación con los animales. Y me refiero ahora, casi exclusivamente, a la relación de quienes decimos amarlos y respetarlos. Tatu es una chimpancé superviviente de aquellos viejos programas de investigación sobre lenguaje de signos que se hicieron en USA y, a diferencia de otros congéneres, por su bien- o lo que creemos que lo sea- nunca será liberada en una isla ni en una reserva, seguramente porque, entre otras cosas, la entrañable "Señorita Tres", es menos chimpancé de lo que debería. Habla como humana, juega con juguetes humanos, se arropa con mantas, se adorna con alhajas, pinturas y máscaras, come con cubiertos y tiene perfectamente claro cuando es Navidad y el Día de Acción de Gracias. A muchos les parece encantador, a mí me aturde cada vez que lo leo.
Tatu tiene algunas palabras favoritas, como "Black", que aunque para muchos humanos simbolice lo negativo o lo malo, ella suele aplicar a cosas que le complacen. ¡Ojala yo pudiera pensar que el negro futuro que nos auguro a ella y a nosotros, significa bien!
Conocer los devenires de Tatu y de su familia de chimpances humanizados significó para mí un antes y un después en el modo de entender la zoología y sus afines. Mis intuiciones se confirmaban o, peor aún, se demostraban escasas y torpes ante lo que esas historias mostraban. Por mucha dedicación, buena voluntad y estudio que les entreguemos, ni a ellos ni a sus parientes podremos devolverlos a lo que son. Tampoco a otras especies animales a las que, por haberlas considerado más lejanas, hemos menospreciado en nuestros acercamientos. Y no me refiero solo al menosprecio consciente, sino a otro igualmente severo que hemos aplicado desde nuestra pretensión de bien hacer.
La mayoría de los naturalistas que conozco, en directo o a distancia, acaban llevando las cosas al terreno humano. ¿Qué decir entonces de los no científicos, de los amadores amateurs?
Hablamos de empatía más que para ponernos en su lugar, para ponerlos a ellos en el nuestro. Tatu y sus amigos reciben regalos de sus seguidores de todo el mundo: Juguetes, calcetines de golosinas para colgar en la chimenea o en el árbol, caretas, antifaces, gorros y vestidos, tarjetas que nunca leerán... Comen puddings y tartas y hasta pueden ver alguna película. A estas alturas y después de décadas, seguro que son entretenimientos que llenan sus días, pero mi excesivo sentido crítico me hace pensar que igual lo ideal para una chimpance adulta- y como tal intolerante a la lactosa- lo mejor hubiera sido que nadie le ofreciera nunca helados ni queso o que, en lugar de hacerse la cama con mantas amorosamente tejidas por algún donante, Tatu pudiera seleccionar ramas frescas en lo alto de un árbol y hacer con ellas su nido nocturno. Mi reflexión no me impide entender que Tatu y los suyos merecen un retiro decente después de la explotación y el uso que hemos hecho de ellos. Tampoco ignoro que si no fuera por casos como los suyos nunca hubiéramos sabido, yo la primera, cuanto llegan a ser. Pero eso no me impide seguir pensando que no ponemos el límite suficiente a nuestro afan de conocer y adecuar el mundo a nuestras expectativas de humanos.
A fin de cuentas, aunque Tatu no tenga como Wounda un vídeo en youtube donde se ve su cuasi liberación en la selva, tampoco ha tenido un final como Ham, aquel primer chimpancé enviado al espacio siendo poco más que un bebé y que, aunque regresó vivo, padeció todo tipo de incidentes durante su vuelo, incluídas severas descargas eléctricas e inundación de la cápsula al amerizar -Pese a ello, todavía pasarían dos años más antes de que lo "retiraran" del servicio- Ham había nacido en Camerún y murió en un zoo con solo 26 años. Menos suerte aún tuvieron otros viajeros como Able, Baker o los innumerables Albert que en esta historia espacial han sido. Tampoco diría que podemos considerar afortunados a cuantos viven hoy en Liberia, abandonados después de haber sido manipulados y contagiados para decenas de estudios médicos- Sin ir más lejos, Poor Boy, cumple años también hoy en la isla en que fueron abandonados-A lo sumo, un poco menos desdichados hoy que ayer.
En todos estos casos, el daño se nos hace evidente. La solidaridad, la piedad y la vergüenza nos remueven, pero ¿Somos capaces de entender que la vida que damos a los "afortunados" no es ninguna bendición? ¿Nos planteaaremos seriamente otros modos de hacer? Me cuesta verlo cuando encuentro que los enriquecimientos y delicias que reciben la señorita tres y sus compañeros de residencia son jaleados, replicados, implementados en zoológicos y centros de recuperación no solo para ejemplares humanizados y que podemos entender como "irrecuperables", sino para todo tipo de animales cautivos.
¿Hay algún beneficio real para ella en que una pantera desarme una calabaza en Halloween o en que un orangután sople las velas de su tarta? ¿De verdad tienen los tucanes, loros o leones de las reservas que jugar con piezas de metacrilato? Yo no veo el sentido, pero acaso es eso, mi excesivo sentido crítico.
Por ahora, a falta de respuestas claras, solo me cabe enviarle mis disculpas-las mías. No hablo en nombre de nadie- a esta cuarentona como representante de cuantos son y han sido. Pienso que le debo al menos eso y otra vuelta de tuerca a mis modos.
Lo veo negro, señorita Tatu, demasiado negro, pero igual no es para tanto y en este día está usted celebrando un feliz cumpleaños.
*Tatu significa tres en swahili. Oklahoma Tatu
sábado, 9 de diciembre de 2017
Ethicología: Biorespeto en 360 grados (actualización)
Durante mucho tiempo, prácticamente desde el instante de comenzar la relación con otros seres vivos, me ha resultado clara una cuestión que parece ajena a muchos de mis coespecíficos, los otros seres humanos: Para el conjunto de este planeta, NO soy más ni menos valiosa, más ni menos importante que cualquiera de esos otros seres, sean humanos o no y, si bien mis capacidades naturales pueden permitirme conseguir una serie de cosas, estas mismas capacidades me permiten reflexionar y ser consciente de que no debería usarlas para mi exclusivo beneficio directo, inmediato y que con frecuencia se descubre equivocado a largo plazo.
El ser humano, como primate pensante que es, puede maquinar y elucubrar para imponerse a otros seres vivos no solo con vistas a su supervivencia, sino a menudo por el puro placer de dominio y control. Pero también, por esa condición de pensante, puede y debería ponerse límites y usar ese pensamiento, esa capacidad de aprendizaje y esa mejora técnica, en pro de otros seres a los que por décadas o siglos hemos perjudicado en modos absolutamente injustificables.
Con estas ideas comencé a trabajar hace tiempo en mi área de responsabilidad, ya de por sí un tanto alejada de la idea esencial del respeto y la equidad (debo reconocerlo, sí, trabajo con mascotas, quizá el aspecto menos justificable como necesidad de todos los que el ser humano podría proponerse en la relación con otros seres vivos). Sin embargo, como he dicho, no dejo de aceptar también a nuestros congéneres y a sus-mis- llamémoslas flaquezas, así que, si bien entiendo que es más que deseable ir cambiando esta mentalidad y este modo de concebir la relación como posesión, también asumo que no es realista suponer que desaparezca la situación en varias generaciones. Por eso trabajo en una doble dirección, de un lado, formar, concienciar y extender el conocimiento de hasta qué punto es equivocado el modelo actual, de otra parte, procurar que esos seres vivos que a día de hoy son mantenidos en cautiverio, puedan disponer de condiciones de vida más dignas y todo lo cercanas a su condición natural que sea posible en cada caso individual.
Y así, en conversaciones entre colegas y amigos, hablamos del concepto Ethicología –de ética, del lat. ethĭcus, y este del gr. ἠθικός “Parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre” ) y ecología (Ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con su entorno.) pero también de etología (. Parte de la biología que estudia el comportamiento de los animales.)-El concepto, en esencia, de respeto por cada ser vivo en toda su condición de representante de una especie, de un hábitat, de un modo de vida pleno, no compartimentado en unos aspectos que importen y otros que no.
Cuando nos aproximamos a un espécimen debe importarnos TODO de él, los 360 grados del campo de observación. Nos interesan sus características naturales y su historia individual entre humanos, la que ha vivido y la que deberá vivir, pero también la que habría vivido de no verse cautivo. A partir de ahí se planea el acercamiento, no como poseedores, sino como mediadores que se saben imperfectos, pero que estarán dispuestos a acercarse a la perfección con todos los medios a su alcance y la perfección, digámoslo claramente, es la vida en Naturaleza.
Para mí ethicología es buscar toda la información posible respecto a conducta natural, tipos de alimento, etología, historial clínico, trayectoria en cautividad y medios de que se dispone para procurar encajar todo de modo que ese espécimen pierda los mínimos posibles de la que sería su vida natural. Adecuar su tenencia en cautiverio a la etología por los medios de que se disponga. Hurtarle lo mínimo y restituirle lo máximo, enfocar su tutela como algo abierto a continuar progresando y mejorando conforme mejora y progresa nuestro conocimiento de ellos. Ethicología puede ser en cierto modo un sentimiento de culpabilidad, pero no una culpabilidad pasiva e incapacitante, sino una culpabilidad activa y responsable. Ser consciente de que no se hizo bien y responsabilizarse de ir corrigiéndolo y corrigiéndonos.
Una actitud extremista, agresiva, excluyente, como a menudo veo en otras personas, genera incoherencia al agredir a otro ser vivo, el Homo sapiens y provoca rechazo, pierde en su radicalidad el efecto pedagógico que tanto importa, pierde la capacidad de reflexión y de apoyarse en los cercanos para avanzar juntos, se pierde incluso, con triste frecuencia, la cordura. Sé que algunos colectivos no entenderán este modo de hacer, pensarán que es incompleto, tibio, que es pura pose. El objetivo está mucho más allá de ellos, es mucho más sencillo y está mucho más cerca, en los centenares de lugares en que hoy existe un animal cautivo que puede ser cuidado, respetado y conservado muchísimo mejor de lo que lo fue hasta ahora. Llegarán otros tiempos en que quizá esta labor sea completamente innecesaria, pero por ahora, elijo continuarla y asumir mi cuota de culpabilidad responsable, mi compromiso de mirar entorno, los 360 grados del campo.
miércoles, 5 de julio de 2017
Podando voy, podando vengo, vengo...
De todas las utilizaciones que el ser humano hace de otros seres vivos, la que nos diferencia de los demás es precisamente el uso emocional; en el caso de las plantas, la jardinería.
Los árboles son seres vivos. Llevan en este planeta muchos más
siglos que nosotros. Durante este tiempo, sus organismos evolucionaron para
adaptarse a las condiciones del hábitat . Entonces llegó el hombre, descubrió
que podía servirse de ellos para sus sustento, para su cobijo,o para mantenerse
caliente... Durante siglos convivió con ellos en una relación de aceptable
equilibrio.
Un buen día
comenzamos a servirnos de ellos también para deleite estético . Sus formas,
su floración, los cambios de su follaje, en resumen SU CONDICIÓN DE VIVOS
permitía que un mismo elemento fuera ofreciéndonos emociones durante todas las
estaciones del año y durante muchos años. Después, con el progreso de los
viajes científicos, el hallazgo, traslado y aclimatación de especies de unas
tierras a otras fueron descubriéndonos que los árboles eran un modo de
traer a la puerta de casa aquello que deseábamos.
Los humanos
aprendimos también que podíamos intervenir en la vida del árbol en otros
modos. Además del lugar en que iba a asentarse -elegido por nosotros- podíamos
guiar su desarrollo mediante las podas.
Lo que ha sucedido
después es puro reflejo del humano occidental, con sus creencias y modos de ver
el mundo. De la que era una relación de coexistencia pacífica, hemos pasado a
un abuso extremo, a manejar los árboles como objetos inanimados dispuestos
exclusivamente para nuestro placer y conveniencia y hemos olvidado las reglas
naturales de las que aprendimos. No hablaré aquí de bosques y arboledas
naturales, sino precisamente de jardinería y árboles llamados ornamentales.
En lo relativo a
su salud, un árbol no necesita ser podado casi nunca. Cuando está en su
hábitat, la naturaleza va actuando mediante vientos, tormentas y pequeñas
fracturas que la propia planta cicatriza y regenera. Incluso aquellas especies
sometidas a la presión del ramoneo o el corte por parte de la fauna, se
benefician de ellos. Es nuestra acción, trasladando especies de unos entornos a
otros la que comienza el desastre.
Pese a los muchos
años que el estudio botánico y agronómico lleva practicándose, parece que
cuando un humano occidental accede a un cargo con responsabilidades
arborícolas, olvida de pronto las bases y actúa u ordena a sus operarios que
actúen como desconociendo los más elementales fundamentos. Si recuerdo a
mis profesores, nada de cuanto me contaron sobre yemas adventicias y latentes,
dominancia apical, repeto por la continuidad de cambium... parece ponerse en
uso en nuestros parques y jardines.
Tratamos o dejamos
que traten a nuestros árboles como objetos arquitectónicos artificiales. Se
eligen poco menos que por coste de transporte, se ubican por razones de
resultados políticos, se podan o interrumpen podas por motivos parecidos y en
todo ello, no le pedimos opinión al sujeto árbol, que tiene mucho que decir y
que acaba diciéndolo a costa de vidas y dineros.
Un árbol tiene
unos rasgos determinados por causa de esa evolución secular que he mencionado.
Desde el tronco, con su estructura en anillos cilíndricos hasta las hojas
oscuras o claras, caducas, coriáceas, pubescentes... Todo ha ido preparándose
para determinado modo de vida, pero lo ignoramos y traemos a nuestras calles
especímenes oriundos de altas montañas o de pantanos, o de las orillas de una
costa tropical. Si usáramos nuestro conocimiento y nuestro respeto,
procuraríamos que nuestros invitados extrañasen lo menos posible su origen,
ordenaríamos su cuidado en función a su naturaleza, pero por contra pretendemos
doblegarlos, que sean ellos quienes se acomoden a nuestro deseo. No me apetece
tu copa aparasolada, quiero que seas piramidal. No quiero que seas alto, quiero
que tu copa tenga forma de bola y además me estorba tu hojarasca de otoño, no quiero
que asomes tus raíces por esta acera o no me van bien ahora que quiero poner
aquí otra estructura...Y corte va, corte viene. Podamos.
Pero cada corte
genera una reacción en el árbol, responde a ella. La naturaleza lo hizo así y
está vivo, así que, amén de intentar cicatrizar la lesión, va a procurar
restablecer su propio equilibrio. Cuando cortamos sin tener en cuenta sus
reglas, estimulamos la brotación de yemas adventicias o latentes-las que la
naturaleza dispuso para emergencias- sucede entonces que aparecen esas ramillas
bajas, inoportunas, esos ramilletes que obligarán a ordenar nuevas podas la
temporada próxima.
La estructura
completa del árbol ha ido desarrollándose para maximizar su resistencia a los
elementos, la zona radicular y la zona aérea se complementan, la distribución
del ramaje, el modo en que sale del tronco y se orienta en el espacio al crecer, no son casuales. Cada especie, dependiendo de su origen, tiene las suyas
propias-Tampoco es casual que algunas de las estructuras que se proyectan en
ingeniería y arquitectura los tomen como ejemplo, ni lo es tampoco que algunas
reglas y teoremas lleven su nombre- Por esto, cuando elegimos cortar, debemos
considerar el conjunto total, aunque la intervención nos interese a nosotros
por un único motivo.
Además de
cicatrizar la herida, el árbol debe continuar nutriéndose en función a la edad
y dimensiones que había alcanzado antes de nuestra agresión, así que a veces
suceden esas brotaciones de emergencia-hojas más grandes intentando mantener la
misma superficie foliar en menos ramas, por ejemplo- que hacen creer a los
ilusos en un mayor vigor. El árbol está pidiendo socorro, como el pez boquea
fuera del agua -Le faltan condiciones para hacer la fotosíntesis esa que
estudiábamos en la escuela- y unos por desconocimiento, otros por intereses
ajenos, no lo escuchamos, no queremos verlo.
Cuando el árbol
está recién podado, está convaleciente de una cirugía, de una amputación, pero
no lo consideramos así. Además de descuidar las heridas, seguimos sometiéndolo
a nuevos atropellos. Un buen día, por razones X-que pocas veces tienen que ver
con el árbol- alguien con capacidad para ello decide dejar de podar, o espaciar
aleatoriamente las podas, o cambiar el método o las fechas de intervención y empiezan
a suceder cosas. Ramas enormes que se descuelgan sobre las gentes en los
paseos, ataques furibundos de plagas que llevan a alguna especie al borde de la
desaparición.
A la memoria me
viene la dichosa grafiosis de los olmos ¿Es que el insecto vector y el hongo
aparecieron mágicamente en nuestros jardines? No, estaban en equilibrio, destruían algún
ejemplar, enfermaban a otro... pero llegamos los humanos con nuestras rápidas y
eficaces motosierras, nuestras hachas, nuestros programas exhaustivos y dimos
velocidad de meses a procesos que antes tardaban décadas y daban opción a
muchos árboles a recuperarse. ¿Aprendimos de aquello? Pues a medias, dejamos de
plantar olmos -un árbol de siempre- y empezamos a usar otros importados que, para colmo, no siempre se adecuaban a nuestras necesidades de ornato callejero, es
decir, necesitaban ser recortados para caber en nuestras calles, plazas y
alcorques...
Lo preocupante de
esto, para quienes no sea suficiente preocupación el hecho del maltrato, la tortura
y el abuso innecesarios sobre otro ser vivo, es que cada una de esas acciones
incorrectas nos cuesta dinero, dineros del erario público que podrían ser
ahorrados o utilizados en modo más eficiente. Las podas innecesarias acortan la
vida de los árboles obligando a gastos de reposición más frecuentes, generan
nuevos problemas como la progresión de enfermedades, generan gastos para
tratamientos fitosanitarios y varias decenas de cosas más.
El sector del medio ambiente, las
concejalías, consejerías, ministerios, suelen ser considerados como asuntos
secundarios en el conjunto de la gestión pública. Es frecuente que se asignen
por amiguismo o por simple descarte. Las
cosas así quedan en manos de los técnicos municipales, pero éstos, claro está,
tienen que plegarse y ceder terreno en cuanto a presupuestos a casi cualquier
otra área de gobierno. Por si fuera poco, en los ayuntamientos más pequeños ni siquiera
hay técnicos específicos, todo lo más, pueden preguntar al tío X que siempre ha
podado las olivas de sus paisanos con destreza-Claro que los arces, las
catalpas, las sóforas o los abedules , por decir solo algunos, no son olivos,
pero “de toda la vida de dios se ha hecho así”- Los olivos resisten porque son
olivos, tampoco diremos que les encantan los martirios, pero son de aquí y están
mejor preparados para aguantar. Sucede acaso que el concejal de turno pide un corte para ganarse a los vecinos de tal zona, a cuyas ventanas les llegan ya las ramas u ordena una plantación en un parque fuera de temporada y eludiendo criterios botánicos porque llegan las elecciones...
Es asunto sería tan sencillo como seleccionar considerando no solo
el precio que me hace el vivero, sino qué y para qué lo quiero y dónde voy a
ponerlo. Hay miles de especies y un ingente número de ellas ya están en los
catálogos comerciales. Las hay altas, bajas, medianas, de copa abierta,
ahusada, casi esférica, con flor vistosa, sin ella, para zonas secas, para
umbrías, para calor, para heladas, de hoja clara, oscura, variegada, caduca y
perenne...¿Cómo puede ocurrir que tengamos que poner lo primero que se le
ocurre a un propio y reducir su vida a menos de un tercio de las posibilidades
o arrancarlo en año y medio para poner otra cosa? Sencillito, porque de ahí, como de todo lo demás, hay quien obtiene
ventajas y no son ni los árboles ni la mayoría de los que pagamos su presencia
en nuestros barrios.
Nuestros árboles también requieren respeto y buen trato. No son tan efectistas en las fotos, ni pueden moverse de casa en casa buscando adopción, pero igual toca replantearse bastantes cosas de aquí en adelante, al menos nosotros, que nos hacemos a diario el cartelito de amantes y defensores de la vida.
jueves, 27 de abril de 2017
Liberad a Franky
Nota previa: No suele ser éste un espacio para tratar sobre ciclismo y no lo haré, aunque el pretexto para esta entrada sea el fatídico atropello de un popular ciclista del equipo Astana durante sus entrenamientos . Empiezo manifestando mis condolencias a la familia, compañeros y seguidores de Michele Scarponi, al ciclismo en general. D.E.P.¡Ojala fuera el último al que despidamos por esta causa!
Cuando escribo o reflexiono sobre animales y sobre nuestra relación con ellos no evito la perspectiva emocional, es más, creo que sea imprescindible combinar ésta con el distanciamiento científico si queremos entender y entendernos de un modo más completo. Pero entiendo también, que no podemos permitir que esa sola porción de nuestra naturaleza empañe la lente o nos la desenfoque.
Cuando el fin de semana pasado supe del accidente sufrido por Michele Scarponi, siendo aficionada y familiar de practicantes del ciclismo, la noticia me conmocionó, pero reconozco que no pensé en Franky en ese momento. Fue después, cuando alguno de los vídeos que ya conocía volvieron a circular por las redes a modo de homenaje y aparecían también fotos y comentarios, muchos inciertos, aunque llevados de la mejor intención. Entonces mis emociones empezaron a reorientarse y fue cuando decidí que iba a escribir al respecto.
Por sí alguno de quienes leen desconoce a qué me refiero, comienzo enlazando algún precedente.
http://www.elperiodico.com/es/noticias/ciclismo/scarponi-loro-frankie-5705464
http://hsbnoticias.com/noticias/deportes/ciclismo/video-frankie-el-loro-que-acompanaba-michele-scarponi-en-s-296930
http://video.gazzetta.it/scarponi-pappagallo-frankie-squalo/4d3fc7d8-2736-11e7-a55d-a9e68b928a4f?refresh_ce-cp
Hasta aquí, no mucho que decir. Guacamayo mascota junto a humano haciendo lo que le corresponde, volar, curiosear, trastear... Pero las realidades suelen ser más complicadas y casi nunca tan halagüeñas. Franky, pese a las apariencias, no es libre , o diré mejor que no lo es en el modo en que nos gustaría imaginarlo. Voy a explicarlo.
Franky tampoco es el loro de Michele, sino una guacamaya improntada por otro humano que también montaba en bicicleta. Este hombre, una vez que el ave supo comer por su cuenta y volar, considerando que ya había cumplido su cometido principal y como no disponía de tiempo suficiente para ella, porque debe ir a trabajar (Cito sus propias palabras) la fue dejando suelta por el vecindario para que se entretuviera hasta su regreso. Franky, curiosa y descarada como ejemplar joven y sin reglas, acude a diferentes lugares, entre ellos un cruce de carretera donde suele encontrarse con Scarponi. Éste-que tampoco está obligado a plantearse grandes cosas al respecto- se divierte parloteando y compartiendo sus sesiones con el animal como buenamente se le ocurre y además lo filma y lo comenta. A nadie puede culparse por desconocimiento, es más, mi punto de vista no tiene porqué coincidir con el del propietario ni, seguramente, con el de la mayoría. Los periodistas, tan dados a sacar historias emotivas - incluso a veces donde no las hay- tienen un filón estupendo para rellenar hueco entre temporadas de competición. Hay muchos ciclistas entrenando por estos mundos, pero no todos son populares ni llevan un gregario con plumas...
Aquí sí, ya comienzo a volverme exigente, creo que el profesional de la información debería ahondar bastante más en los temas de que se ocupa, pero ya sé que pocos lo hacen, incluso con casos mucho más graves prevalece la superficialidad, así pues, poco a poco, en el imaginario de muchos, Franky -que además es azul y amarilla, como los propios colores del Astana- acaba siendo "el loro de Scarponi".
De este modo, no sabremos cuanto de preocupante pueda haber detrás de lo que nos relatan y, una vez más, se pierde ocasión de hacer conciencia no solo sobre los aspectos románticos y entrañables de esa relación, que los hay, sino de las responsabilidades, de los errores, o del amor muy mal entendido, de la malquerencia. De este modo, con Franky perdemos otra vez la ocasión de que cada vez haya menos Frankies, incluso aunque pueda seguir habiendo muchos guacamayos que se hagan amigos de humanos, porque una cosa no excluye la otra, lo aseguro.
La guacamaya fue separada precozmente de sus padres para capricho de un humano que quería criarla "como un niño". Sobra decirlo, un guacamayo no es un niño, ni viceversa, y conforme va cumpliendo semanas y meses va necesitando atenciones diferentes que ya no están siendo cubiertas siquiera como deberían atenderse para una mascota.
A pesar de lo pintoresco y de la apariencia de entrañable, Franky también se pone en riesgo en cada salida incontrolada- Hace cosa de un año fue muy gravemente herida en una de sus excursiones, estuvo a punto de perder un ala y le costó cirugía, dolor y rehabilitación volver por sus fueros. A poco estuvo de no volver a volar- y también ocasiona destrozos que el propietario paga, eso sí, porque a ratos parece que solo fuera cuestión de dinero. Dinero para comprarla, dinero para pagar sus daños, dinero del seguro y dinero para los medios que difunden las "conmovedoras" historias. Estoy segura de que el hombre está convencido de su amor y resultaba doloroso leer sus mensajes sobre el sufrimiento de Franky durante la convalecencia. En esos días llegué a pensar que cambiaría sus modos de tenerla.
Paralelamente a esta noticia, más escondida, la de un niño que ha muerto en Sudáfrica días después del ataque del león de unos amigos al que incluso hacían dormir en su misma cama. Cierto, un guacamayo tampoco es un león, pero las consecuencias del desenfoque siempre están ahí. Solo cuando salpican la sangre, especialmente si la sangre es humana y de niños, nos impactan lo suficiente.
Pero volvamos a Franky. Olvidamos que una comarca italiana no es el hábitat natural de estas aves, por ejemplo. Olvidamos que los guacamayos son aves grupales. Olvidamos que la salud física y mental del ejemplar está en compromiso en esa desatención disfrazada de libertad...Olvidemos. ¡Qué bonita es Franky! ¡Qué bonito verla volar!
Hace pocos días, leí que Franky había tenido que ser enjaulada por sus travesuras. Los ciudadanos quejosos de sus andanzas tampoco aparentan ser dechados de civismo, pues han llegado a amenazar con matar al ave -En estos casos suele ser el animal quien paga los platos rotos, por mucho dinero que el humano ponga en la cosa- El dueño, lejos de entender su error, su suma de errores y su irresponsabilidad, había vuelto a soltarla en cuanto se restableció de las heridas y comentaba que se le partía el alma por encerrarla. Decenas de mensajes de solidaridad en las redes y nula asunción de desenfoques previos que conducían a ese resultado, previsible y extremadamente imperfecto. En lugar de ello, tiraba de eslóganes como "Ha nacido para volar" o "Debe ser libre"¿Ha nacido también para ser un guacamayo entre guacamayos? ¿No debería haber podido aprender a serlo junto a sus padres? ¿O de estas consideraciones no cabe hablar? ¿Pensarían lo mismo si un propietario dejase su perro suelto por la ciudad para que sea libre y se entretenga cuando y como desee, porque no puede ocuparse constantemente de atenderlo? ¿Y si lo que Franky destroza tiene valores más allá de lo material para alguno de los damnificados? Si ha presumido de que la guacamaya lo considera su papá y él así lo quiere ¿No es la responsabilidad de padre más amplia que dar biberones? ¿No es posible permitirle que vuele bajo la vigilancia responsable de esos humanos que la han hecho vivir en Italia?
Las imágenes "denuncia" de los fans de Franky muestran un jaulón construido en el porche de una vivienda, sin un solo elemento para la diversión o el enriquecimiento, sin materiales que manipular o romper. También a mí se me partió el alma viéndolas, pero no exclusivamente por el encierro obligado, sino por pensar cuántas barbaridades más deberá soportar ese ejemplar con admiradores poco o nada dispuestos a reflexionar sobre cómo se ha llegado hasta aquí, a aprender algo sobre etología de psittaciformes y sortear cuando menos los problemas que ya van dando la cara.
A Franky, de unos cuatro años ahora, le quedan muchas ocasiones de riesgo y de malos ratos. Entre tanto, los humanos a quienes debe su popularidad se plantean cosas como que "el encierro de estos días le sirva de lección para que vuelva voluntariamente a casa a recogerse por las noches" y atribuyen las quejas y denuncias a envidia, que no diré yo que también haya habido algo de eso -muy probablemente hay buena dosis- pero insisto, podríamos ver más allá si de verdad Franky y otros como ella nos importan por encima de nuestro ego. El encierro sin alternativa hace sufrir a Franky, sin duda, pero la solución más sensata no sería soltarla sin más. O al menos, así lo veo yo.
Un guacamayo es absolutamente capaz de aprender pautas diarias, horarios y rutinas sin someterlo a un adiestramiento circense. Estas aves, que deben desenvolverse en grupos y compartir su espacio con otras, aprenden de sus mayores los rituales y reglas que permiten que el grupo funcione. Franky no ha tenido la ocasión de aprender el equivalente a ello para su desenvolvimiento entre humanos y es seguro que lo va a necesitar. Cuanto más tarde y más radical sea el intento de limitarla, más sufrirá.
Scarponi encontró a Franky, o ella a él, a comienzos del 2016, cuando entrenaba y, desde luego, a la guacamaya le divertía acompañarlo en algunas de sus sesiones. Hay también imágenes de Franky en la terraza de un bar comiendo helados, bebiendo refrescos de té, posada sobre la porteríaen partidos de fútbol local, en los brazos de muchos curiosos que pasean por la zona, recibiendo sorbos de cerveza de los domingueros... Sin duda, la guacamaya proporciona su cuota de protagonismo al municipio, a los vecinos, al propietario que, sin empacho, exhibía en youtube un vídeo de Franky posada en la ventanilla abierta del piloto mientras él conduce su coche y ambos silban "Don´t worry, be happy"...Hay fotos de Franky posada sobre otros cascos y sobre otros ciclistas -A alguno se lo destrozó y hubo que pagarlo también- e incluso en una gasolinera o en la portilla abierta del cuadro eléctrico de un chalet... En todo esto, a nadie parece pasársele por la cabeza lo perjudicial que estas costumbres puedan tener para el ave. ¿Cuántas aves se estrellan contra vehículos cada año? ¿Qué hay de la posible distracción de los conductores cuando vuela raso en las carreteras?¿Dejaríamos a un niño andar suelto sin control mientras sus padres trabajan? ¿Y si en lugar de tratarse de la exótica guacamaya se tratase de un caballo o de un jabalí? ¿También nos parecería entrañable que se metiera en las fábricas de la zona o en las casas y los jardines de los vecinos? Ella lo hace.
Franky ha estado perdida en alguna ocasión, ha tenido problemas de salud y hasta ha protagonizado encuestas sobre si deberían buscarle o no un novio, cosa que al parecer no ha nacido para experimentar por ahora (El plan parece aparcado, acaso porque, según muchos encuestados, dejaría de ser amigable) . En resumen, una estrella de youtube y de las redes sociales bastante más que un ave no autóctona por cuyo mayor bien se esté velando. Las cosas claras.
De la tragedia de Scarponi derivó el que Franky volviera a ser soltada- creo que sin nueva autorización, ni cosa parecida- El propietario acudió con Franky, "il famoso pappagallo libero", para dejar una rosa en homenaje al ciclista. Ella pudo volar hasta lo alto del cartel desde el hombro de su dueño ¿Esperó allí a Michele? No lo sabemos, aunque nos guste creer que sí, la historia seguimos contándola los humanos con enfoque de humanos. Anoto la metáfora de la señal dirigiendo al "Arcobaleno, café"-al arco iris- y también a mí me gusta creer que tenga algo de simbólico todo esto, pero no llego al extremo, como algún seguidor, de decir que al menos la desgracia ha servido para volver a liberar a Franky y tampoco de esperar, como leí en algunos perfiles en las horas siguientes, que la guacamaya acudiera al funeral y al entierro del desdichado ciclista. La lora no asistió y entonces algunó aseveró que era su modo de demostrar el enfado por lo ocurrido. Cosas de humanos.
Yo, que he tenido ocasión de asombrarme con la sensibilidad y las capacidades empáticas de muchas aves con las que he tratado, incluidos guacamayos, no dudo que Franky extrañe a su compañero de rutas, pero me siento incapaz de humanizar estos hechos hasta tal extremo y sí, en cambio, siento que todas estas historias no le están sirviendo para mejorar su situación, sino para seguir alimentando un espectáculo hasta que surja otro animal al que convertir en estrella temporal de las redes, sea un perro rescatador, un oso acróbata o un gamusino piragüista. El caso es ese, espectáculo, emociones y percepciones humanas, proyecciones de nosotros mismos y siempre, mal que nos pese, egocentrismo.
Nadie podrá ya liberarla de algunas de sus cadenas, aunque no vuelva a su jaulón. Parece que por ahora, tampoco a los aspectos peores de la convivencia con humanos, a determinada forma de convivencia con humanos. Pero mientras yo pienso eso, otra vez los periodistas nos muestra imágenes de la guacamaya posada sobre los carteles del cruce donde sucedió el accidente. Cuentan que es su forma de despedirse. Si una se limitara a creerlos, parecería que lleve allí desde el mismo sábado, pero los hechos son que Franky ha seguido sus rutinas, incluso ha vuelto ya alguna vez a casa. Lo que un guacamayo- aún incompleto como ella- hace cuando pierde a un miembro de su bandada, seguir viviendo, aunque lo extrañe y se haga consciente de que quizá no vuelva a verlo.
¡Ojala Franky tarde muchas décadas en volar hasta el arco iris y ójala que lo haga por vejez y no por las circunstancias de su azarosa vida de estrella mediática! A veces el peor cautiverio es una libertad mal entendida.
Cuando escribo o reflexiono sobre animales y sobre nuestra relación con ellos no evito la perspectiva emocional, es más, creo que sea imprescindible combinar ésta con el distanciamiento científico si queremos entender y entendernos de un modo más completo. Pero entiendo también, que no podemos permitir que esa sola porción de nuestra naturaleza empañe la lente o nos la desenfoque.
Cuando el fin de semana pasado supe del accidente sufrido por Michele Scarponi, siendo aficionada y familiar de practicantes del ciclismo, la noticia me conmocionó, pero reconozco que no pensé en Franky en ese momento. Fue después, cuando alguno de los vídeos que ya conocía volvieron a circular por las redes a modo de homenaje y aparecían también fotos y comentarios, muchos inciertos, aunque llevados de la mejor intención. Entonces mis emociones empezaron a reorientarse y fue cuando decidí que iba a escribir al respecto.
Por sí alguno de quienes leen desconoce a qué me refiero, comienzo enlazando algún precedente.
http://www.elperiodico.com/es/noticias/ciclismo/scarponi-loro-frankie-5705464
http://hsbnoticias.com/noticias/deportes/ciclismo/video-frankie-el-loro-que-acompanaba-michele-scarponi-en-s-296930
http://video.gazzetta.it/scarponi-pappagallo-frankie-squalo/4d3fc7d8-2736-11e7-a55d-a9e68b928a4f?refresh_ce-cp
Hasta aquí, no mucho que decir. Guacamayo mascota junto a humano haciendo lo que le corresponde, volar, curiosear, trastear... Pero las realidades suelen ser más complicadas y casi nunca tan halagüeñas. Franky, pese a las apariencias, no es libre , o diré mejor que no lo es en el modo en que nos gustaría imaginarlo. Voy a explicarlo.
Franky tampoco es el loro de Michele, sino una guacamaya improntada por otro humano que también montaba en bicicleta. Este hombre, una vez que el ave supo comer por su cuenta y volar, considerando que ya había cumplido su cometido principal y como no disponía de tiempo suficiente para ella, porque debe ir a trabajar (Cito sus propias palabras) la fue dejando suelta por el vecindario para que se entretuviera hasta su regreso. Franky, curiosa y descarada como ejemplar joven y sin reglas, acude a diferentes lugares, entre ellos un cruce de carretera donde suele encontrarse con Scarponi. Éste-que tampoco está obligado a plantearse grandes cosas al respecto- se divierte parloteando y compartiendo sus sesiones con el animal como buenamente se le ocurre y además lo filma y lo comenta. A nadie puede culparse por desconocimiento, es más, mi punto de vista no tiene porqué coincidir con el del propietario ni, seguramente, con el de la mayoría. Los periodistas, tan dados a sacar historias emotivas - incluso a veces donde no las hay- tienen un filón estupendo para rellenar hueco entre temporadas de competición. Hay muchos ciclistas entrenando por estos mundos, pero no todos son populares ni llevan un gregario con plumas...
Aquí sí, ya comienzo a volverme exigente, creo que el profesional de la información debería ahondar bastante más en los temas de que se ocupa, pero ya sé que pocos lo hacen, incluso con casos mucho más graves prevalece la superficialidad, así pues, poco a poco, en el imaginario de muchos, Franky -que además es azul y amarilla, como los propios colores del Astana- acaba siendo "el loro de Scarponi".
De este modo, no sabremos cuanto de preocupante pueda haber detrás de lo que nos relatan y, una vez más, se pierde ocasión de hacer conciencia no solo sobre los aspectos románticos y entrañables de esa relación, que los hay, sino de las responsabilidades, de los errores, o del amor muy mal entendido, de la malquerencia. De este modo, con Franky perdemos otra vez la ocasión de que cada vez haya menos Frankies, incluso aunque pueda seguir habiendo muchos guacamayos que se hagan amigos de humanos, porque una cosa no excluye la otra, lo aseguro.
La guacamaya fue separada precozmente de sus padres para capricho de un humano que quería criarla "como un niño". Sobra decirlo, un guacamayo no es un niño, ni viceversa, y conforme va cumpliendo semanas y meses va necesitando atenciones diferentes que ya no están siendo cubiertas siquiera como deberían atenderse para una mascota.
A pesar de lo pintoresco y de la apariencia de entrañable, Franky también se pone en riesgo en cada salida incontrolada- Hace cosa de un año fue muy gravemente herida en una de sus excursiones, estuvo a punto de perder un ala y le costó cirugía, dolor y rehabilitación volver por sus fueros. A poco estuvo de no volver a volar- y también ocasiona destrozos que el propietario paga, eso sí, porque a ratos parece que solo fuera cuestión de dinero. Dinero para comprarla, dinero para pagar sus daños, dinero del seguro y dinero para los medios que difunden las "conmovedoras" historias. Estoy segura de que el hombre está convencido de su amor y resultaba doloroso leer sus mensajes sobre el sufrimiento de Franky durante la convalecencia. En esos días llegué a pensar que cambiaría sus modos de tenerla.
Paralelamente a esta noticia, más escondida, la de un niño que ha muerto en Sudáfrica días después del ataque del león de unos amigos al que incluso hacían dormir en su misma cama. Cierto, un guacamayo tampoco es un león, pero las consecuencias del desenfoque siempre están ahí. Solo cuando salpican la sangre, especialmente si la sangre es humana y de niños, nos impactan lo suficiente.
Pero volvamos a Franky. Olvidamos que una comarca italiana no es el hábitat natural de estas aves, por ejemplo. Olvidamos que los guacamayos son aves grupales. Olvidamos que la salud física y mental del ejemplar está en compromiso en esa desatención disfrazada de libertad...Olvidemos. ¡Qué bonita es Franky! ¡Qué bonito verla volar!
Hace pocos días, leí que Franky había tenido que ser enjaulada por sus travesuras. Los ciudadanos quejosos de sus andanzas tampoco aparentan ser dechados de civismo, pues han llegado a amenazar con matar al ave -En estos casos suele ser el animal quien paga los platos rotos, por mucho dinero que el humano ponga en la cosa- El dueño, lejos de entender su error, su suma de errores y su irresponsabilidad, había vuelto a soltarla en cuanto se restableció de las heridas y comentaba que se le partía el alma por encerrarla. Decenas de mensajes de solidaridad en las redes y nula asunción de desenfoques previos que conducían a ese resultado, previsible y extremadamente imperfecto. En lugar de ello, tiraba de eslóganes como "Ha nacido para volar" o "Debe ser libre"¿Ha nacido también para ser un guacamayo entre guacamayos? ¿No debería haber podido aprender a serlo junto a sus padres? ¿O de estas consideraciones no cabe hablar? ¿Pensarían lo mismo si un propietario dejase su perro suelto por la ciudad para que sea libre y se entretenga cuando y como desee, porque no puede ocuparse constantemente de atenderlo? ¿Y si lo que Franky destroza tiene valores más allá de lo material para alguno de los damnificados? Si ha presumido de que la guacamaya lo considera su papá y él así lo quiere ¿No es la responsabilidad de padre más amplia que dar biberones? ¿No es posible permitirle que vuele bajo la vigilancia responsable de esos humanos que la han hecho vivir en Italia?
Las imágenes "denuncia" de los fans de Franky muestran un jaulón construido en el porche de una vivienda, sin un solo elemento para la diversión o el enriquecimiento, sin materiales que manipular o romper. También a mí se me partió el alma viéndolas, pero no exclusivamente por el encierro obligado, sino por pensar cuántas barbaridades más deberá soportar ese ejemplar con admiradores poco o nada dispuestos a reflexionar sobre cómo se ha llegado hasta aquí, a aprender algo sobre etología de psittaciformes y sortear cuando menos los problemas que ya van dando la cara.
A Franky, de unos cuatro años ahora, le quedan muchas ocasiones de riesgo y de malos ratos. Entre tanto, los humanos a quienes debe su popularidad se plantean cosas como que "el encierro de estos días le sirva de lección para que vuelva voluntariamente a casa a recogerse por las noches" y atribuyen las quejas y denuncias a envidia, que no diré yo que también haya habido algo de eso -muy probablemente hay buena dosis- pero insisto, podríamos ver más allá si de verdad Franky y otros como ella nos importan por encima de nuestro ego. El encierro sin alternativa hace sufrir a Franky, sin duda, pero la solución más sensata no sería soltarla sin más. O al menos, así lo veo yo.
Un guacamayo es absolutamente capaz de aprender pautas diarias, horarios y rutinas sin someterlo a un adiestramiento circense. Estas aves, que deben desenvolverse en grupos y compartir su espacio con otras, aprenden de sus mayores los rituales y reglas que permiten que el grupo funcione. Franky no ha tenido la ocasión de aprender el equivalente a ello para su desenvolvimiento entre humanos y es seguro que lo va a necesitar. Cuanto más tarde y más radical sea el intento de limitarla, más sufrirá.
Scarponi encontró a Franky, o ella a él, a comienzos del 2016, cuando entrenaba y, desde luego, a la guacamaya le divertía acompañarlo en algunas de sus sesiones. Hay también imágenes de Franky en la terraza de un bar comiendo helados, bebiendo refrescos de té, posada sobre la porteríaen partidos de fútbol local, en los brazos de muchos curiosos que pasean por la zona, recibiendo sorbos de cerveza de los domingueros... Sin duda, la guacamaya proporciona su cuota de protagonismo al municipio, a los vecinos, al propietario que, sin empacho, exhibía en youtube un vídeo de Franky posada en la ventanilla abierta del piloto mientras él conduce su coche y ambos silban "Don´t worry, be happy"...Hay fotos de Franky posada sobre otros cascos y sobre otros ciclistas -A alguno se lo destrozó y hubo que pagarlo también- e incluso en una gasolinera o en la portilla abierta del cuadro eléctrico de un chalet... En todo esto, a nadie parece pasársele por la cabeza lo perjudicial que estas costumbres puedan tener para el ave. ¿Cuántas aves se estrellan contra vehículos cada año? ¿Qué hay de la posible distracción de los conductores cuando vuela raso en las carreteras?¿Dejaríamos a un niño andar suelto sin control mientras sus padres trabajan? ¿Y si en lugar de tratarse de la exótica guacamaya se tratase de un caballo o de un jabalí? ¿También nos parecería entrañable que se metiera en las fábricas de la zona o en las casas y los jardines de los vecinos? Ella lo hace.
Franky ha estado perdida en alguna ocasión, ha tenido problemas de salud y hasta ha protagonizado encuestas sobre si deberían buscarle o no un novio, cosa que al parecer no ha nacido para experimentar por ahora (El plan parece aparcado, acaso porque, según muchos encuestados, dejaría de ser amigable) . En resumen, una estrella de youtube y de las redes sociales bastante más que un ave no autóctona por cuyo mayor bien se esté velando. Las cosas claras.
De la tragedia de Scarponi derivó el que Franky volviera a ser soltada- creo que sin nueva autorización, ni cosa parecida- El propietario acudió con Franky, "il famoso pappagallo libero", para dejar una rosa en homenaje al ciclista. Ella pudo volar hasta lo alto del cartel desde el hombro de su dueño ¿Esperó allí a Michele? No lo sabemos, aunque nos guste creer que sí, la historia seguimos contándola los humanos con enfoque de humanos. Anoto la metáfora de la señal dirigiendo al "Arcobaleno, café"-al arco iris- y también a mí me gusta creer que tenga algo de simbólico todo esto, pero no llego al extremo, como algún seguidor, de decir que al menos la desgracia ha servido para volver a liberar a Franky y tampoco de esperar, como leí en algunos perfiles en las horas siguientes, que la guacamaya acudiera al funeral y al entierro del desdichado ciclista. La lora no asistió y entonces algunó aseveró que era su modo de demostrar el enfado por lo ocurrido. Cosas de humanos.
Yo, que he tenido ocasión de asombrarme con la sensibilidad y las capacidades empáticas de muchas aves con las que he tratado, incluidos guacamayos, no dudo que Franky extrañe a su compañero de rutas, pero me siento incapaz de humanizar estos hechos hasta tal extremo y sí, en cambio, siento que todas estas historias no le están sirviendo para mejorar su situación, sino para seguir alimentando un espectáculo hasta que surja otro animal al que convertir en estrella temporal de las redes, sea un perro rescatador, un oso acróbata o un gamusino piragüista. El caso es ese, espectáculo, emociones y percepciones humanas, proyecciones de nosotros mismos y siempre, mal que nos pese, egocentrismo.
Nadie podrá ya liberarla de algunas de sus cadenas, aunque no vuelva a su jaulón. Parece que por ahora, tampoco a los aspectos peores de la convivencia con humanos, a determinada forma de convivencia con humanos. Pero mientras yo pienso eso, otra vez los periodistas nos muestra imágenes de la guacamaya posada sobre los carteles del cruce donde sucedió el accidente. Cuentan que es su forma de despedirse. Si una se limitara a creerlos, parecería que lleve allí desde el mismo sábado, pero los hechos son que Franky ha seguido sus rutinas, incluso ha vuelto ya alguna vez a casa. Lo que un guacamayo- aún incompleto como ella- hace cuando pierde a un miembro de su bandada, seguir viviendo, aunque lo extrañe y se haga consciente de que quizá no vuelva a verlo.
¡Ojala Franky tarde muchas décadas en volar hasta el arco iris y ójala que lo haga por vejez y no por las circunstancias de su azarosa vida de estrella mediática! A veces el peor cautiverio es una libertad mal entendida.
Etiquetas:
#Astana
,
#ciclismo
,
#entrenamiento
,
#Franky
,
#guacamayo
,
#Scarponi
miércoles, 4 de enero de 2017
...Y sobre campaña, una.
"No
compres, adopta" La campaña recobra fuerzas periódicamente, por ejemplo en
los aledaños de Navidad y Reyes. Algunas veces me retengo de comentarla
pensando en el hipotético mal menor, pero la dolorosa realidad es que casi
siempre acabo arrepintiéndome de ese silencio. Vaya por delante una aclaración
para quienes pueden no conocerme y sacar conclusiones precipitadas, los
animales que forman mi familia -10 en la actualidad-son adoptados.No me siento
por ello mejor que muchos amigos que pagaron por sus ejemplares, incluso los considero a ellos más fiables que a
muchos adoptadores profesionalizados que por el mundo deambulan.
La campaña que
enfrenta compra y adopción es como poco incompleta y, sin paños calientes, bastante más falsa de
lo que los animales a quienes pretendemos proteger merecen. Para no limitarme al exabrupto, voy a intentar
argumentar mi postura.
Empezando por
lo fundamental ¿Cuál es el objetivo? ¿Aumentar las adopciones? ¿Reducir las
compras hasta que desaparezcan? ¿Generar conciencia? ¿Todo ello en un pack? Mi
percepción es que a ninguno de esos fines sirve buenamente. En cuanto a la
conciencia ciudadana, limitarnos a oponer A a B sin mayores argumentos no
genera una cultura respecto a la responsabilidad que debería ser, a fin de
cuentas, el objetivo último. Empezar negando una opción al ciudadano, que se
considera libre, suele inducir a la desobediencia -¿Quién eres tú para decirme
que no?-
Parece que
opongamos compra -mercantilismo y maldad- a adopción -solidaridad y bien- para así, simplificando,
conseguir resultados inmediatos. Pero hay trampa, una adopción no solo no es
gratis -ni creo que debiera serlo- sino que adoptar también implica mercadear y
pagar (Uno porque hay que sufragar los gastos reales -y/o ficticios-de las
entidades que ofrecen los animales en adopción, dos porque podemos acabar pagando en especie y en compromisos que no
siempre se circunscriben al bienestar objetivo de los adoptados).
Existen
protectores y refugios que no gastan lo que nos cuentan, aún peor, toman
decisiones de cuando menos dudosa
legalidad, se arrogan competencias que no les corresponden, malversan nuestras
aportaciones y nuestros afectos.
Como hay más
demanda de efectivo y de hogares que de adoptantes, se desata una
batalla sorda por conseguir la "clientela", no por soterrada menos
feroz. Mensajes a cual más dramático, relatos dolorosos no necesariamente
verídicos... Los mejor dotados en el marketing indirecto se consiguen padrinos famosos que declararan
a quien quiera escucharlos las delicias de gratitud que sus ahijados les
aportan diariamente. Bien por ellos si es de corazón. En una sociedad tan
pacata como la nuestra parece que la palabra de la "celebrity" de
turno pesa más que cualquier ensayo científico. Pero ojito también ahí, que hay
apadrinamientos que confunden al personal con enfoques humanizantes y
"disneyanos" nada recomendables para los propios animales (Todavía me
escuecen las córneas recordando a un pobre mestizo recién acogido y embutido en
pijama de purpurina, con las uñas pintadas de lila, junto a su pretendida mami en instagram).
Los demás se conforman con saturar las redes de imágenes
sanguinolentas o directamente vomitivas e, incluso, hay alguno que recurre a
las fotos trucadas y a la maledicencia. En resumen, entran en el más repulsivo
juego de los mercaderes. No "vendo" mi "producto" por mi
seriedad, solvencia y dedicación, sino por lo bien que me monto el cartel o lo
malos que digo que son los demás.
Nunca me ha
gustado que me mientan para convencerme de cuestiones que pueden argumentarse
con seriedad.
El daño que
estas conductas causan a la lucha contra los abandonos es demasiado alto, pero
parece que muchos procuramos callarnos por ese pretendido bien mayor.
Procuramos mirar adelante sin tomar plena conciencia de la basura que va
amontonándose en el camino. La inmundicia, además de mancharnos también a
nosotros, malbarata los esfuerzos honestos.
Estoy segura
de que hay muy buenas personas, algunas sencillamente equivocadas, y muchos aspectos opinables en esta materia, pero los que no
lo son, hacen tanto mal al conjunto, los errores pesan tanto...¿Es necesario
engañar sobre las situaciones reales, adornar,fingir, exagerar cuando hay tanta
verdad tremenda y tantas personas con buena disposición? ¿Es oportuno estafar
siquiera emocionalmente a quienes de buena fe ayudarían a atender un caso? ¿Es
siquiera lícito? Yo entiendo que no y que va siendo hora de que no todo valga.
Doy unos
pasos atrás. Es cierto que se necesitan hogares, familias y voluntarios y no es
menos verídico que un animal adoptado puede ofrecer emociones y
sensaciones gratas cada día de su vida,
pero ¿Y si no fuera así? ¿Y si el animal no tuviera el menor interés en
"mostrarme su gratitud"? ¿Y si no pudiera yo contarle al mundo
anécdotas reseñables sobre nuestra convivencia? ¿Sería él menos digno de
auxilio?¿La merece menos el animal que sencillamente no tiene casa, aunque
nadie lo apaleara, ni explotara, ni se desentendiera de sus cuidados médicos?
¿Por qué razón adopto realmente? Pues siendo honestos con nosotros mismos-que bien
nos cuesta- por cierto egoismo reorientado. Me siento bien conmigo mismo, me
gusto un poco más como persona, recibo afectos, me compensan emocionalmente...
Podéis negar con la cabeza o dejar la lectura en cuanto queráis, pero vosotros
y yo sabemos que un poquito de verdad he escrito ¡Y no es malo admitirnoslo! Si
bajamos del pedestal de "estupendez" en que nos habíamos subido,
podremos ser más efectivos en lo que importa. Sí, somos falibles, imperfectos,
sencillamente humanos, pero aún así, podemos hacer de esa característica una
herramienta valiosa.
Otra parte
inevitable del asunto es denostar y culpabilizar a los criadores con
generalizaciones no solo injustas, sino bastantes veces, falsas. No es así como
haremos conciencia si el objetivo es que dejen de comercializarse seres vivos.
Como suele decirse, la mentira tiene patas cortas y si se descubre, resta
fuerza a todo el conjunto de objetivos. Mi criterio es que deberíamos comenzar
siendo justos y creando otra cultura, si
lo que practicamos es una suerte de xenofobia inversa, no tenemos más fuerza
moral que aquellos a quienes nos oponemos.
Vamos a pensar
en frío. Creamos que solo ven a sus animales como un producto. Si alguien
oferta como excelente una mercancía, tiene que hacer honor a la oferta, en este
caso, animales óptimos. Para ello necesitará estudio, selección, dedicación,
alma, dinero y esfuerzo físico en cantidades más que notables. Quien no esté
dispuesto a todo ello, no será excelente en lo suyo. Un buen criador tiene que
poder ofrecer ejemplares mental y físicamente sanos y con garantías. Para que
eso sea así, ni pueden sobreexplotarse las madres, ni pueden separarse
precozmente los cachorros, ni puede excluirse la socialización infantil, ni
pueden alojarse y alimentarse de mala manera ni, por supuesto, puede
renunciarse a la higiene y a la sanidad (Solo si cada cría permanece con
adultos hasta la emancipación y la salud mental y física de dichos adultos importa también, hay
equilibrio psicológico suficiente y buenas cualidades físicas) además, existen incluso quienes seleccionan también a sus clientes. Hay quienes no lo hacen así,
quienes nos venderán supervivientes con carencias mayores o menores,
"mercancía defectuosa". Lo sabemos también por cualquier otro
producto del mercado (O deberíamos saberlo).
Existe fraude porque existen potenciales defraudados,
personas dispuestas a creer en gangas y chollos. Quien estafa es un delincuente, quien maltrata, para criar o no, es un malnacido y no valen medias tintas, pero ese
argumento no puede esconder otra realidad: Nos gusta ir de listos, de
triunfadores donde otros resultan pardillos y aparentar que encontramos lo que
otros no supieron buscar. Luego viene la cruda realidad y, lejos de asumirla,
ahuyentamos culpas. Quienes pedimos garantías y sellos de autenticidad a unos
calcetines, nos creemos cualquier milonga sobre un ser vivo o dejamos que nos
"informe" el enterado de turno-toda pandilla tiene el suyo- Por cada
verdadero estafado hay más de una docena de "listos" (no pido que lo
admitáis públicamente, bastaría con que reflexionéis sobre ello en vuestra intimidad). Así que, igual los
malos no están solo en el sector de los criadores. Me consta que
también entre ellos existen excelentes personas, con un enfoque diferente del
mío sobre muchas cosas, pero no todos son los maltratadores descerebrados que pretenden contarme desde
algunos ámbitos. Y, a todo esto, ¿Cuántos de vosotros ha denunciado y seguido
un proceso hasta el final?
¡Uf! He
escrito casi seguido producto, mercancía, mercado, negocio... ¿Me habré
delatado? ¿Ya sabéis de qué voy? Permitidme la sorna. Hoy por hoy la cruel
realidad es que comerciamos con seres vivos tanto en modo explícito-cual es
este caso- como en formas encubiertas. La cruel realidad, repito, es que los
humanos occidentales buscamos autoamor, un producto abstracto, intangible, tan
indefinible, tan de cada cual, que los modos de atender a la demanda se
diversifican con más velocidad de la que somos capaces de percibir. Los que
venden lo saben, no se esconden, nos ofrecen lo que queremos o nos hacen creer
que queremos lo que nos ofrecen, pero ¿Y los otros, los puros? ¿No se están
sirviendo también de las formas más mercantilistas para inducirnos a querer lo
que tienen? Digo más, ¿No están apelando a mi egolatría haciéndome pensar "Sé bueno, no como otros"? . Ya me sé la respuesta, vivimos en
una sociedad que funciona así. Tenemos que luchar con sus armas. ¿No cabría
esperar más de quienes se arrogan tanta
autoridad y se erigen en justicieros? Esperar, por ejemplo, que no mientan, que
no engañen, que no sean defraudadores en otras áreas...
No hay un
control efectivo de la crianza, cierto. Y me sumo a la exigencia de ese control
e incluso, a un trabajo de concienciación para que el comercio de seres vivos
vaya percibiéndose de otro modo en la sociedad futura, pero añado ¿Qué hay de
las protectoras y de la gestión de las adopciones? La verdad es que la
exigencia del mercado obliga a quienes quieren ser criadores prestigiosos
bastante más que a los pretendidos protectores.¿No es una trágica paradoja? Hay
demasiadas fincas que resultan ser amontonaderos, demasiados síndrome de Noé,
demasiada desdicha inadvertida y demasiada manipulación innecesaria. Para
evitarlo necesitamos mucho más que llevarnos a casa uno o dos de aquellos
desdichados, necesitamos, por ejemplo, presionar y exigir de las autoridades
que no externalicen sus responsabilidades, que no deleguen en particulares más
o menos ocurrentes la gestión de los abandonos, que no se limiten a sacrificar
todo lo que no son capaces de ubicar. Necesitamos, no solo por empatía, sino
incluso por egoismo y bienestar, un trabajo coordinado, integral que mire lejos
y soslaye el intrusismo paternalista.
Oponer adopción
a pago en dinero es quedarse demasiado corto para todo lo que se está moviendo
en este espantoso mundo de las mascotas. ¿Si se adopta ya se está haciendo
bien? ¿Si lo adopté ya puedo usarlo a mi complacencia? ¿Puedo ya ignorar su
identidad como ser pleno y disponer de él a mi albedrío?¿Qué habré cambiado
entonces? ¿Qué se le pide al adoptante a la hora de la verdad? Que pague, que
sufrague vacunas, esterilizaciones y algún gasto más para atender a los que se
quedan en los cheniles. Pocas asociaciones exigen algo más que medios
materiales básicos para llevarse un ejemplar a casa, casi todas exigen
vacunación y esterilización-algunas solo el compromiso- y con los ejemplares
menos "colocables" hasta se llega a hacer la vista gorda porque ya no
caben más en los refugios.
¿Es necesario el encontronazo con otro sector de quienes nos creemos amantes de los animales? ¿Es eficaz hoy por hoy dividir fuerzas? ¿No sería más oportuno un enfoque constructivo en que progresivamente vayamos limpiando la mencionada basura? Soy de los que piensan que conviene ir dejando para generaciones futuras la semilla de la no posesión y del no comercio, pero desde la construcción.
Creo que para
que este asunto evolucione positivamente, el enfoque de quienes lo tomamos en serio no
debería ser tan simplista. Es verdad que una campaña para el gran público debe
contar con un eslogan fácil y pegadizo, pero si no somos capaces de uno, es
preferible trabajar sin él que lanzar pensamientos confusos y éste es a mi
juicio muy confuso y bastante contraproducente. Campaña sobre campaña, sugeriría otro: "No adoptes, adopta". Pero supongo que mi habilidad para el marketing no es destacable.
Suscribirse a:
Entradas
(
Atom
)