jueves, 19 de mayo de 2016

¿Tenencia responsable o tendencia irresponsable?

Como hace tiempo me permití tratar sobre la que llamamos tenencia responsable, voy a lanzarme hoy a comentar sobre un aspecto concreto de esa tenencia, que ha pasado de ser absolutamente ignorado a convertirse casi en arma arrojadiza entre unos y otros. Como en tantas otras cosas que atañen a nuestra relación con los demás seres vivos, muchos ciudadanos se conducen a modo de secta cuando se refieren al tema de la esterilización y castración de las mascotas.

Parece como mínimo dudoso que las cabezas pensantes que en este mundo se desenvuelven no vean muy claros los condicionantes comerciales que afectan a la materia. Me consta que existen excelentes profesionales, pero ¿Es posible ignorar que una esterilización requiere gastos clínicos y a veces también de otro tipo? Y así las cosas ¿Podemos suponer que a ninguno de los defensores de la esterilización de todo bicho viviente,  y a toda costa,  se le pase esto por la cabeza? Me temo que no, que algunos lo tienen pero que muy presente.

De otro lado, también pueden obtener réditos otro tipo de profesionales eligiendo justamente el extremo contrario. Sin duda, los encantadores que tan de moda se están poniendo en el mundillo cinófilo pueden conseguir potenciales clientes sugiriendo no castrar a un animal problemático y jugando a reconducirlo con sus técnicas. Hay de todo. Por fortuna, también excelentes profesionales de cada materia.

Por todo ello me parece preferible una reflexión más extensa al respecto y, como casi siempre, más llamada a que otros también reflexionen. Dado que no soy veterinaria, no valoraré los diferentes sistemas desde un punto de vista clínico, sino precisamente desde la visión de propietario o manejador de mascotas. Eso nos hurta una parte del debate y soy consciente de ello, pero como nunca me ha gustado que ocupen mis espacios, no voy a caer en el error de ocupar los ajenos.

Vamos a empezar por el principio ¿Para qué intervenimos? Cabe suponer que se trata de asegurarnos que el sujeto en cuestión no se reproduzca. En ese sentido, existirían  modos de controlarlo que son seguramente menos cómodos, pero también más reversibles. Se me ocurre que valorar el cómo y dónde va a desenvolverse ese ejemplar, en manos de quién va a estar y cuál es su estado general sea bastante más sensato que lanzarse sin más a intervenirlo. Por supuesto, cabe mencionar también la especie. No parece igualmente sencillo que un hurón se reproduzca sin quererlo su propietario que el que un gato que se deja deambular libremente por el barrio pueda hacelo.

Otro argumento que últimamente hasta se ha puesto de moda incluso entre algunos humanos con pedigree: Prevención de enfermedades. Creanme, me asusta un poco. ¿Quitarnos o quitarles una parte actualmente sana del cuerpo por si se estropea? Estamos echándonos las manos a la cabeza-yo entre muchos- por los cortes de cola u orejas, que entre otras cosas nacieron para prevenir los accidentes cuando esas razas tenían fines utilitarios . No  estoy a favor ni me gustan los perros sin su correspondientes apéndices, pero entonces ¿Por qué habrán de gustarme más sin otros órganos?¿Porque no se ve que les falten?

Sé que estas cuatro pinceladas son superficiales e incompletas, pero son justo éstas las cuatro cosas que saltarían a la vista de cualquier profano si dedicara unos minutos a dudar. Entremos un poco más a fondo, no podemos ignorar que existe una porción de la conducta de todo animal que está regulada por las hormonas, que no es aprendida. Por muy bien que se gestione un ejemplar, cuando sus hormonas reproductoras envían determinadas señales, esto se manifiesta en su conducta. El animal fue creado como ser completo en un determinado entorno y al interferir en ese proceso hormonal, estamos interfiriendo en todo el conjunto, por mucho que pretendamos ignorarlo, el cuerpo es una máquina perfecta en su plenitud y no lo es tanto cuando falta algo, aunque pueda seguir funcionando aceptablemente.  Como sucede que el entorno en que hacemos vivir a una mascota no es aquel para el que su especie fue originalmente creada, es posible entender que acabemos considerando hacer ajustes. Mas si cuando intentamos estos ajustes atendemos a una parte del todo, perderemos de vista que esa inhibición hormonal o esa incapacidad reproductora pueden tener además otros efectos en el metabolismo,  en su conducta general o en la vida social del espécimen

En resumen, este asunto es sencillamente uno más de esos en los que desde el momento en que los humanos decidimos intervenir, desencadenamos una cascada de consecuencias que habitualmente no tenemos en mente cuando tomamos posiciones radicales. Un animal que es tenido como animal de compañía no va a disponer de idénticas ocasiones de comportarse como lo que es que las que hubiera tenido sin intervención del hombre. Estas limitaciones de su normal desenvolvimiento tienen consecuencias para él y para otros, ésta es la verdadera cuestión. Que el animal se reproduzca en forma incontrolada y en un entorno donde no existen los competidores ni los limitantes adecuados puede generar poblaciones invasivas, extensión de plagas o más simplemente, abandonos, sufrimientos y muertes. Que un animal sea limitado en su capacidad de reproducirse en una forma no consciente y no bien evaluada, puede producirle problemas conductuales o fisiológicos.

La clave para mi modo de pensar está en ese verbo: puede. No es una afirmación categórica y generalizable. Como particular y como profesional he tenido ocasión de relacionarme con ejemplares tanto enteros como esterilizados por diversos métodos y, honestamente, no puedo decir que haya encontrado en sus conductas unas mejorías o empeoramientos exclusivamente debidos a esas intervenciones, sino más bien que dichas actuaciones sumaron elementos a otros elementos ya existentes. He conocido también ejemplares que han sufrido infecciones y tumores -otras infecciones, otros tumores, claro está- pese a haber sido intervenidos y conozco perros, gatos, conejos... muy bien controlados, muy longevos y muy saludables que no pasaron por quirófanos ni por otras técnicas orientadas a inhibir sus procesos hormonales, que, sin embargo, tampoco se han reproducido merced a una gestión muy cuidadosa. Mi intuición -insisto en que no soy veterinaria- es que, como puede suceder en otro tipo de animales o en los propios humanos, no hay solo un factor que desencadena una conducta problemática, pero que tampoco hay  un único factor que desencadene un proceso clínico.

Si que entiendo que, dados los estragos que ya hemos producido los humanos con nuestro propio desorden, se hace necesario controlar el modo en que proliferan esos animales de los que decimos hacernos cargo y que ese control puede hacer necesarias intervenciones más radicales en poblaciones ferales, en colonias urbanas, en determinados ejemplares que puedan hallarse en refugios y en protectoras, pero aceptado esto, tengo que aceptar con enorme dolor que acaso no sean solo las esterilizaciones las intervenciones requeridas, de eso cabría hablar también en otro momento, por ahora se me ocurre que. cuando algunos pretendidos animalistas se espantan y hasta se permiten insultar a aquellos que no entienden como inexcusable la esterilización generalizada de las mascotas, están sencillamente cayendo en un fundamentalismo que en nada ayuda a la causa general.

Yo no tengo una verdad infalible para este asunto, por eso prefiero plantearme cada situación individualmente, evaluándola junto a profesionales no dogmáticos y con la disposición de seguir aprendiendo de cada una de ellas.Por eso rehuyo a quienes me sacuden con su dogma y con su incapacidad para reflexionar y adaptarse, como si fueran valores en lugar de lo que son, serias carencias para la diaria relación con otros seres vivos.