lunes, 26 de octubre de 2015

Fariseismo palmario (¿o palmítico?)

     Cuando comenzaba como profesional en este asunto del mascoteo, tuve un cliente de Guinea que-cosas de humanos-había comprado un loro gris al instalarse en Europa. Decía que para tener su tierra más cerca. También cosa de humanos resultó que, por asuntos burocráticos, el ave no pudiera viajar con él a tierra de los respectivos antepasados. Fue así como conocimos a Ciro y fue así como, a cada regreso, podíamos recabar anécdotas y curiosidades de lo que acontecía a los yacos silvestres que acudían a visitar la finca familiar de nuestro cliente.
En uno de esos viajes, como siempre le animábamos a que nos trajera imágenes y muestras,  aparte de fotografías trajo unos peculiares frutos azules que, decía, veía comer a los loros y, cómo no, las drupas de las palmas de aceite. Entonces no llegaban esos productos a Europa sino en viajes como éste. La información me servía para aproximar en lo posible nuestros menús caseros a los que nuestros huéspedes hubieran tomado en la naturaleza y lamentaba no tener acceso precisamente a aquellos frutos y no a sus primos europeos (cuando los había)...

     Al cabo de unos años, uno de nuestros mejores proveedores nos ofreció frutos de palma congelados. Estaban comenzando a llegar a Europa de modo regular. Todavía recuerdo la primera vez que pude ofrecerlos a un yaco que entonces asistíamos en rehabilitación. Había sido capturado años atrás para el mercado de mascotas y padecía su miseria de un modo terrible, pero la visión del fruto en mi mano le hizo erguirse con toda su majestad, las pupilas centelleando y emitiendo sonidos que hasta entonces no nos había regalado. Mariano aprovechó hasta la última brizna de aquel obsequio y siguió paladeándolos con devoción varias veces en semana hasta que estuvo recuperado. Mi compañero y yo llegamos a llorar mirándole comer y volver por momentos a ser un auténtico yaco. Hoy es relativamente sencillo adquirir frutos de palma, aunque no son baratos. Mariano ya no vive ya para aprovechar la oferta.
En muchos supermercados y tiendas de comestibles, es posible adquirir aceite de palma de uso culinario y son numerosos los productos de cosmética y de parafarmacia humana o animal que llevan este ingrediente. Podría pensarse que hemos avanzado.

     Pero hace algunos meses me desayuné con la imagen de Ségolène Royal, ministra de Medio Ambiente francesa, que se manifestaba contra la Nutella por su contenido en aceite de palma. Seguía a ello todo un detallado argumentario de como la producción de este aceite provoca deforestación. Aunque ella luego matizó sus palabras-cosas de humanos de nuevo, concretamente de la diplomacia francoitaliana- he seguido encontrándome sesudos argumentos contra este aceite y ahora también contra los frutos, campañas que abogan por no comprarlo, por demandar que proceda de cultivo sostenible y otras varias propuestas similares. Y qué quieren, tengo que echarme al teclado para reflexionar a vista de quienes puedan leerme. Me cabe eso o morirme de risa- de esa risa sarcástica que ya se me viene cronificando en el encuentro con mis supuestos aliados.

     Es verdad que la palma de aceite, como su propio nombre latín advierte (Elaeis guineensis) procedía de una zona concreta del mundo. Hay otras palmeras aceiteras, como la americana Elaeis oleifera, pero sus exigencias de cultivo la harían menos rentable, así que la creciente demanda occidental ha llevado a cultivar la palma guineana en modo intensivo. Como era de esperar, eso ha supuesto plantar grandes extensiones de esta especie en lugares en que antes no exisitía y, muy cierto es, sustituir con ella a otras especies no rentables.

     A mis ojos,  la cuestión no es el aceite de palma. Pohibirlo ahora no va a devolver los bosques arrasados a su previo esplendor, controlar y limitar impedirá que sigan los destrozos, es distinto. La cuestión tiene que ser menos ocurrente y más de calado. Para cultivar el café y los tés u otras infusiones a que tan aficionados son muchos naturalistas de papel couché, se sustituyen vegetales silvestres, se llevan destruyendo espacios naturales desde que los humanos descubrieron el cultivo masivo. Sin ser tan extremistas como para remontarnos al neolítico, para conseguir las perlas que adornan a la señora Royal o a cualquiera de nosotras cuando vamos de "fisnas" y sofisticadas, para
tejer el lino y los algodones que nos visten o para producir energía eólica- esa taaaan limpia y taaaan renovable y taaaaan así- deben sustituirse o erradicar plantas, transformar suelos y construir caminos que llevan a ellos. Aún cuando llamemos sotenibles a las prácticas usadas, la realidad es que se trata de un sostenimiento de cuentas y cábalas humanas. A la lagartija o el mochuelo a los que expropiamos su territorio vital las cuentas no les salen.

   Los humanos occidentales queremos tener todo lo que nos gusta en todo momento, a la puerta de casa y a precio asequible y para eso se impone producir masivamente abonando costes mínimos. Los humanos occidentales imponemos nuestra escala de valores a otros humanos y de consecuencia a todos los seres vivos que les rodean. La caña de azúcar o la remolacha hoy son mal consideradas, así que se propone la stevia, pero para abastecer de stevia a todos los europeos que endulzan sus cafés, sus tés, sus zumos de pomelo o sus cocktails de frutas varias, hay que cultivar la planta a una escala masiva, como hay que cultivar los maíces para el biodiesel o invadir de paneles solares los campos para generar la energía que calentará y refrigerará nuestras confortables viviendas occidentales. Hemos convencido a los americanos de que no cultiven coca o a los asiáticos que reconviertan sus campos de opio, les convencemos de que les compraremos todos los productos moralmente aceptables que cultiven en lugar de ello, pero solo hasta que descubrimos que elevan el colesterol, que engordan más o que les falta no sé cual aminoácido esencial. Entonces surgirá la campaña que lo deprecie, que disminuya la demanda y lo haga inoportuno y volveremos a proponer otro modelo.

Mientras  los ecofariseos imparten sus lecciones de buen hacer, no olviden actualizar sus modelos de móvil y de tablet, pintarse las uñas, teñirse el pelo o decorar con bambúes su salón. Prácticas todas ellas que son absolutamente prescindibles en estricto sentido, pero sin las cuales no se es nadie en el mundillo de los opinólogos con caché.

Yo me quedo un pasito más acá, intento reducir o ajustar mi consumo en general y voy planteándome cuantas cosas que hago las he hecho sin pensar en el entorno al que afectaré. Intento tender a una conducta más responsable, pero sobre todo realista. Mis intenciones de hacerlo menos mal chocan a menudo con una cultura interiorizada por generaciones, con los delirantes precios que pueden alcanzar la mayoría de los productos alternativos y sobre todo con la absoluta realidad de que para que esa alternativa se convirtiese en normalidad universal, somos demasiados. La pretendida globalización, externaliza daños. Tener wifi, coche, reloj, calzado y ropas y alimentos en los países occidentales genera exigencias que los paises del segundo, tercer, cuarto mundo, solo podrían atender precarizándose. Es nuestro modo de poner en valor según qué cosas el que retira el valor a otras. Si quiero aceite de argán para mi sedosa cabellera, tocará cultivar argán, si elijo cuidarlo con aceite de oliva, igual le doy un alegrón a los paisanos de mi madre, pero tendría que plantearme qué opción mercantil dejo a los campesinos magrebíes y así con todo lo demás.

Siempre lo digo, pocas verdades palmarias. Yo sólo estoy en posesión de las dudas, pero sí tengo claro que no me siento capaz de mirar por encima del hombro con suficiencia a quien se toma una rebanada de Nuttella o le pone cuatro cucharadas de azúcar al café. Y, por cierto que plantearse si la drupa de palma es sostenible mientras se mantienen yacos en el salón de casa suena también bastante incoherente a mis oídos. Un poco de reflexión para la merienda no nos viene mal a ninguno, creo.


viernes, 11 de septiembre de 2015

Despedirme



Sé que escribirlo no la traerá de vuelta y que seguramente muchos de cuantos han debido despedirse de un camarada podrían escribir poemas más correctos, pero al volver a casa del último viaje largo, de pronto, al abrir la puerta, me asaltó como un hachazo la certeza de que no se abalanzaría sobre mí y mis maletas con riesgo de tirarnos al suelo una vez más y tuve que escribirlo. La soledad es mucho más cierta hoy y aunque resulte ñoño, necesito contarla.

Bajo la sombra gris de dos olivos
 hay un perro que duerme.
Una siesta sin fin, libre y serena
abraza su cabeza sosegada
donde el viento se para
y  las chicharras guardan el ocaso.
Mi voz no toca el filo de sus orejas altas,
la cola negra densa
no bate en el galope de las ancas
porque regreso.
Mi perra ya del aire,
del agua y las arcillas,
duerme un sueño de hierba sin aristas
donde acuna la tarde sus raíces.

Más sola yo, más torpe y más gastada,
más sin su tibio amparo en  los tobillos
cuando el invierno alcanza.
Más vacía.
Y ella duerme.
Por fin sin dueño vuela
su corazón de perro
por las espigas altas
y a la sombra brutal de dos olivos,
me quedo sola.
Duerme
Bleda.



domingo, 5 de julio de 2015

¡Vaya piezas!

Llevo un par de días leyendo comentarios sobre el programa “¡Vaya fauna!”.  Los minutos vistos me decidieron a sumarme a la petición de retirada y también he intentado explicar en las redes mi criterio. Al final, por sugerencia de una amiga,  sucumbo a la primera intención, extenderme para explicar porqué no quiero esos programas pero tampoco comparto los vídeos de algunos personajes mediáticos que se pronuncian sobre ellos.

Sin duda tengo mi ego -prueba de él es este blog con todas sus entradas- pero quiero pensar que no me engaño contribuyendo a que alguien entienda mejor el asunto. Empecé trabajando con animales capturados de naturaleza, desconociendo la mayoría de las cosas que hoy sé, he hecho espectáculos y he criado, de modo que no estoy en disposición de juzgar a quien yerra por desconocimiento, sí repruebo a quien, sabiendo, no hace por cambiar las cosas y a quienes, pudiendo informarse, se dejan ir por la fácil senda del "siempre ha sido así"o por la no menos peligrosa del ataque extemporáneo

Empezaré por lo obvio, la presencia de animales no domésticos que llevó a que algunos se enfocaran  al martirio que se les procura para hacerlos dóciles. Circula y se comparte masivamente un vídeo en que un conocido presentador –Frank Cuesta- se dirige al conductor del programa ofreciéndole y comentando filmaciones de la que, según él, es la forma de trabajar con estos animales. Sobre enfoque parecido redunda FAADA-Aunque su reflexión es más completa- La realidad es que muchos ejemplares de cuantos hoy pueden verse no son entrenados así. Generalizar diciendo que “hay que romperles el alma”, con lo impactante que eso suena, es rotundo, pero también se puede desmontar con rotundidad, porque cada vez sucede menos en esa forma y acabaríamos quedándonos con la idea de que son todo exageraciones de tres iluminados sin conocimiento. De hecho, otro afamado animalero mediático- Un tal Nacho Sierra- ha replicado a las campañas tildándolas de ignorantes y colgándose a sí mismo la medalla de informador. Pues, ya estamos todos ¿no? Se monta el espectáculo en la segunda pista y, sea por visión directa o por reediciones, el programita lo peta.

A mí me gustaría que llegáramos más allá. Suscitado el debate ¿Por qué no aprovechar para poner un poco más de luz en el asunto? ¿Qué es moralmente aceptable y qué no lo es? Resulta que  a casi todo el mundo al que he podido leer le parece salvable el caso de un  perro, antes maltratado, que ahora monta en patinete. Alguno de los opinadores deja en el aire incluso, que con perros y gatos la cosa no es para tanto. Creo que seguimos sin entender nada.

Diré que sólo he visto las fotos pero, hasta donde yo conozco a los perros, ninguno utiliza ese medio de desplazamiento motu propio. Si además lo hacen en un espacio extraño, ante decenas de desconocidos va a ser, como poco, a cambio de una recompensa (lo que se insiste en llamar “en positivo”, aprovechando la confusión del adjetivo, que vale igual para bueno que para creciente). Creeré que ese mestizo ha salido de una situación peor, pero nadie va a convencerme de que, para crear conciencia de buen trato haya que convertirlo en artista circense.

El entrenamiento en positivo, contado a grandes rasgos,  consiste en recompensar al sujeto por desarrollar una acción que deseamos, ni más ni menos. A un animal no doméstico puede enseñársele sin brutalidad a dejarse revisar por el veterinario, a acercarse a un punto de control en una reserva o en un zoológico, a tolerar la relación con humanos y a veces hasta a gustar de ella. En ocasiones incluso lo enseñamos inconscientemente, es así como aprenden osos,  mapaches o jabalíes a aproximarse a las poblaciones: Obtienen algo a cambio y comprueban que el humano es menos temible de lo imaginado.

Si usamos ese conocimiento, lo transformamos en técnicas y ofrecemos la recompensa para consolidar una conducta que el animal no necesita y solo con el fin de divertirnos ¿Hacemos bien? Me pueden contar que eso no es comparable a las imágenes del vídeo antes citado y yo tendré que admitirlo, pero he visto demasiados animales malogrados por un uso inoportuno de técnicas de refuerzo.  Y pensando en esto me viene a la cabeza uno de los animales que sí vi, un agapornis al que la dueña atribuía tres meses y al que iba ofreciendo casi compulsivamente bocaditos de su “refuerzo positivo” (tuve mis dudas sobre la edad, que de ser cierta añadiría otro daño más, del que he hablado otras veces en  este blog). Premiar con alimento, con un alimento “adictivo y manejable” es un modo de reforzar. Cuando se desconocen los límites, las cantidades, cuando al adiestrador le puede su propia incompetencia, las ganas de agradar a terceros u otros varios defectos muy frecuentes entre nosotros humanos, el resultado a medio plazo son lipidosis y daños hepáticos, pancreatitis, obesidades, trastornos conductuales… ¿No es eso maltrato aunque sea por desconocimiento? Por otra parte, quien recompensa puede conocer muy bien el metabolismo del animal y los modos de aplicar lo que-repito-no es sino una estilización técnica del aprendizaje natural, para enseñar y guiar al animal en un medio que no es aquel para el que originalmente estaba preparado.

Dejando para otra entrada la reflexión sobre si debe o no tenerse un animal en ese medio ajeno y asumiendo que a día de hoy existen muchísimos ejemplares en entorno humano, posiblemente debamos asumir también que alguien debe hacerles de guía, proporcionarles unas destrezas mínimas para su buen desenvolvimiento. La técnica usada para ello puede tener la misma base psicológica que la de los espectáculos, porque  no es la técnica, sino el objetivo final,  quien determinará lo bueno, malo o regular que sea ese uso. Desde mi punto de vista, cuando al animal no le sirve, el objetivo es malo, por inocuo que el sistema aparente.

Algunos hablan del disfrute del animal, esa es una línea peligrosa, porque decir solo que si el animal disfruta el sistema es válido, vuelve a llevarnos al terreno de la manipulación ¿Conocemos algún perro que no disfrute comiendo? ¿Existe algún cachorro o pollo improntado que no muestre placer en la presencia de su cuidador?
Como he dicho antes, hoy  es menos común capturar y martirizar a golpes los animales que vemos en películas o en espectáculos, lo que se hace es criarlos desde recién nacidos en cautividad y aprovechar lo que se ha denominado impronta –imprinting- para que ese animal se sienta prácticamente entre iguales cuando está con humanos. A partir de ello, es más sencillo que  siga las pautas, que vaya admitiendo los trabajos y que se consigan de él muchos ejercicios vistosos para el público que, si le mostráramos el proceso, no se inquietaría alarmado por brutalidades o malos gestos. (Hagamos aquí excepción de algunos descerebrados que son violentos incluso en la crianza a mano y que, por suerte, no son el patrón común).

Es en esta línea donde podemos tener mucho más difícil delimitar lo que está bien o mal, porque entramos en sutilezas. Excluyendo el hecho de la cautividad, que da para otro hilo, un animal criado entre humanos también puede estar bien o mal tratado. Volvemos a la técnica y el objetivo. Muchos que crían a mano desean no solo la confianza del animal, sino su dependencia. Así las cosas, interrumpirán el proceso de desarrollo mental impidiendo que el animal madure plenamente, que se emancipe. Y en esa condición de dependencia e infantilismo ¿La aparente alegría del animal es indicio de buen trato? ¿No estaremos ante el adicto que se complace al acceder a su droga? No seré yo quien llame a esto felicidad. El trabajo debería completarse para asegurar la autonomía del animal, que nos conozca, que no nos tema, pero que pueda desenvolverse plenamente sin nosotros como un animal madura y se desenvuelve sin sus padres, aunque de ser especie gregaria, seguirá buscando la compañía de su grupo, identificándose como parte de él. Es en la etapa de aprendizaje social donde pueden enseñársele rituales que puedan servirle en un medio humanizado y que no necesita en estado silvestre. Para esa enseñanza, muy probablemente, recurriremos a los refuerzos, aunque a veces no seamos conscientes de tal cosa.


Hablaré ahora  de otra cuestión que acaso resulte más incómoda, pero que creo honesto mencionar. Había otro perro que, al parecer, había sido preparado por una asociación de ayuda a personas discapacitadas, éste suscitó todos los apoyos. Lo que yo vi fue un perro ejercitando saltos y cabriolas tan dudables como las demás, eso sí, en manos de un muchacho que tenía alguna dificultad. No puedo por menos que sorprenderme de ese apoyo sin fisuras. Ni quito valor al ejecutante y a su perro, ni pongo en duda el posible buen hacer de la asociación-a la que no conozco y cuyo nombre, como creo que le sucedió a muchos espectadores, no recuerdo- No se trata de eso. Se trata de cómo una distracción sencilla vuelve a hacernos perder camino. ¿Si las tonterías se hacen en aras de autoafirmar a un enfermo o a un distinto, son buenas?¿Es bueno usar a un animal para que un niño o un anciano se diviertan, cualquiera que sea la forma de diversión? Vuelvo al asunto, ese muchacho, jugando con su perro en un prado ¿No habrían servido para difundir la-supongo- loable tarea de los monitores sin introducir otros aspectos dudosos? Porque lo que yo escuchaba a ese muchacho es lo que le escucho a los concursantes de cualquier "Talent show", que van a "darlo todo". Es decir, integramos precisamente haciendo partícipe de aquello que decimos que no debe hacerse. ¿No es paradójico?

Muchas entidades, unas más desinteresadas que otras, proponen ahora el uso terapéutico de los animales. Reparemos en la palabra USO. ¿No estamos volviendo a colocarnos en un estatus de superioridad según el cual, si es para el bien humano es lícito cosificar a otro ser vivo? Antes de que empecéis a insultarme, me permito repetir lo antedicho, dependerá del cómo, del porqué, del hasta donde. Un perro nacido en un entorno respetuoso, dejado a su madre hasta el destete y la socialización con congéneres,  al que luego se le presentan unas conductas no lesivas para su físico ni para su condición de perro, puede ser no solo un excelente camarada, sino un terapeuta brillante para un humano. ¿Cómo podría yo tener algo en contra? Pero si lo que voy a enseñar es justo aquello que repruebo en otros, si voy a hacer que prevalezcan los USOS, sobre la camaradería, la convivencia y el mutuo disfrute en equilibrio, esa actividad será  tan detestable como cualquier otra de las denunciadas y -lo digo con tristeza- no siempre suceden los procesos como he descrito. En la lista de damnificados me vienen al recuerdo  perros, loros, caballos, delfines, conejos y varias otras especies.

Me repugnó lo que ví en ¡Vaya fauna! pero temo que ese tipo de programas encuentran su camino porque todavía nosotros mismos, los que conocemos por dentro estos mundos, estamos demasiado pendientes de anotarnos tantos, porque seguimos apoyando vídeos que antropomorfizan a los animales para ponerlos en valor (perros niñera, elefantes rescatadores, gatos cocineros, loros que bailan el rock) y porque, aunque nos pese, la gran mayoría seguimos entendiéndonos como ese rey de la creación que nos contaron en la escuela, en lugar de entender de una repajolera vez que solo somos una minúscula pieza de un enorme y fascinante rompecabezas. ¡Nada menos que una minúscula pieza! Nada más.

jueves, 7 de mayo de 2015

Hasta otro día

Es difícil sustraerse a la tentación de una página incendiaria. A solo dos días de la que esperaba fuera una entrada de blog casi festiva, en la que recordaría el trigésimo séptimo cumpleaños de Loulis- primer chimpancé que aprendió de otro congénere el lenguaje de signos- me leo a mi misma llena de rabia, de impotencia, intentando hacer racionales mis sensaciones. Me lo ponen aún más difícil los comentarios que encuentro en las redes, algunos proceden de corazones bien intencionados, pero en lo esencial, miran al dedo que señala y se olvidan la luna. Habrá que homenajear a Loulis en otro momento.

Algún humano ocurrente había decidido que los llamáramos Eva y Adán, pero esa era sin duda una intromisión sin importancia comparada con las decenas, centenas de intromisiones de los humanos en sus vidas, en las de sus padres y sus abuelos. Desconozco su historia en los pequeños detalles, pero muy probablemente habrían nacido en cautiverio. Hay demasiados como ellos en todos los zoológicos y santuarios del mundo pretendidamente civilizado. Y aunque no fuera así, también es dudoso que su infancia hubiera podido transcurrir lejos del ser humano. Aquellos territorios africanos que hace apenas un siglo asustaban a los europeos, son hoy escenario de incursiones con todo tipo de fines, poco altruistas en la mayoría de los casos.

Pero no querría perderme en ese asunto, también importante. Prefiero centrarme en esta historia sórdida y compleja que me ha saltado a la garganta con las noticias del desayuno. Eva y Adán, Adán y Eva, han muerto con pocas horas de diferencia, después de que huyeran de un zoológico en la isla de Mallorca. Desde que lograron huir de su último encierro, se han dejado oír y leer otra vez todos esos comentarios, no por reiterados menos vergonzosos, no por repetidos más apropiados… Que si eran peligrosos por la tremenda fuerza que pueden desarrollar, que había que proteger a la población y al operativo desplegado, que si las asociaciones animalistas, que si los primatólogos de renombre, que si blablablá.

Nada de ello ha impedido que Eva fuese abatida a tiros. Quiero creer que por humanos atemorizados por la dantesca información sobre su potencial, quiero evitar creer que fue sencillamente una orden dictada de antemano, desde el momento en que salieron de los confines de su última prisión. De haberlos sedado y capturado con vida ¿Qué hubieran podido hacer? Había sido ya evidente que las viejas instalaciones eran inseguras ¿Dónde hubieran podido trasladarlos,dentro de la isla,  que reuniese condiciones? ¿Quién iba a querer hacerse cargo de un chimpancé adulto y problemático?...No, es preferible pensar que fuera solo miedo, ese miedo cerval e incontrolable que inspiran nuestros primos cuando dejan de parecerse a la Chita de nuestra niñez desinformada.

Adán tampoco tuvo más suerte. Dicen que ha aparecido flotando en el depósito de una depuradora. Creámonos también los hechos como nos los cuentan. A él no va a servirle demasiado que los pongamos en duda. Flotando o no, la realidad es que no va a volver a zarandear los barrotes del recinto mientras una caterva de humanos gritan espantados de su fuerza. Los chimpancés no son precisamente buenos nadadores.

Hace no muchos días, leía en el blog de un amigo un alegato contra los zoos, así, en general. Hoy leo muchos más, apoyados en la desgracia de Eva y Adán, muchos oportunistas, con argumentos torticeros en su mayor parte, arremeten contra algo que desconocen  y faltan al realismo necesario para afrontar lo que nos ocupa. Porque cuando se habla y se escribe sobre zoos, muy pocas veces se hace desde la objetividad y el conocimiento. Tampoco yo seré objetiva. No podría atribuirme semejante capacidad cundo las lágrimas me impiden ver con nitidez la pantalla. Pero si sé un poco de zoológicos y sé también que a Adán y a Eva, el que se hubieran prohibido los zoos, no les habría servido para demasiado.

Quienes esto exigen desde la histeria o el interés político no plantean alternativas, solo vociferan. No. Estas gentes que claman parecen imaginar que pasado mañana podríamos descorrer cerrojos y abrir portones a todo ser viviente, liberarlo en su hábitat y volvernos a casa como si tal cosa. Pero esto es incierto. Para comenzar, no hay tales hábitats. Muchos de ellos han desaparecido, otros son insuficientes ya para los especímenes que han tenido la dudosa fortuna de no caer todavía en nuestras manos. Si se propusieran soluciones, imagino que no pasarían por eutanasiar a los centenares de especímenes híbridos, ancianos, tullidos, enfermos, asociales que ya están entre nosotros. No, imagino que se refieren más bien a mantenerlos en un espacio controlado y cuidar de ellos lo que les quede de vida ¿No es así? ¿O de verdad darán ustedes la cara y me dirán, como ya me han dicho a veces (siempre de tapadillo) algunos inspirados ecologistas, que deberán morir algunos para que los traficantes aprendan la lección? ¿Y quién será el llamado a decidir sobre vidas y muertes? Difícil ¿No es cierto? Por otra parte ¿Qué son, sino otros zoos, esos encierros controlados que ustedes proponen? Dirán entonces que no, que no son zoos, porque estarían bien llevados y con buenas instalaciones. Permítanme que les responda con una mueca irónica y tirando a triste. Las protectoras y centros de acogida se ven y desean para atender a perros, cobayas o lechuzas. ¿Imaginan ustedes lo que sería intentar mantener mediante donaciones y voluntariado a toda la fauna no doméstica del mundo occidental? ¿Y dónde se haría semejante cosa? Temo mucho que habría que acabar asumiendo que necesitábamos ingresos cuantiosos e instalaciones.

No voy a entrar ahora en otros argumentos, solo quiero decir que hablar de zoo no siempre es decir barrotes, suciedad y malos modos por parte de los cuidadores. Mucho de cuanto hoy saben ustedes, detractores, y yo misma, lo sabemos porque ha habido personas consagradas a respetar y a atender en la medida de sus posibilidades a especímenes cautivos que desdichadamente no podían ser otra cosa. Yo no me complazco porque exista el cautiverio. Intento trabajar porque vaya paso a paso desapareciendo, pero me resulta injusto y falto de visión agredir, sin separar el grano de la paja, a quienes pueden ser aliados. Hay muchos, demasiados zoológicos impresentables, nauseabundos, obscenos en su crueldad, pero también hay muchos colegios deplorables y no planteamos abolir la enseñanza, sino controlar, vigilar, regular y convertirla en otra cosa.

Yo sueño también con que un día desaparezcan las noticias como la que hoy me ha atragantado el desayuno, sueño con una toma de conciencia que haga completamente innecesarios textos como éste y tengo muchos otros sueños al respecto... Trabajo por ellos cada día desde que recuerdo, pero en mis bastantes años he aprendido que no será en mi generación cuando eso suceda, así que, sin dejar de trabajar,   prefiero construir espacios de reflexión, de toma de conciencia, denunciar procurando no faltar a la verdad para que los renuncios no quiten valor a lo denunciado. Claro que no podemos pararnos ahí, pensando y dejando pasar, podemos además hacer cosas al respecto, por ejemplo, dejar de llevar a nuestros hijos a ese tipo de lugares infames, impedir que sean rentables, hacer valiosa la diferencia de trato y de orientación, cuidar nuestro medio y consumir con consciencia para reducir presión sobre esos hábitats aún existentes, exigir que quienes nos gobiernen apoyen proyectos y normas menos lesivas para el planeta…

Hay mucho, mucho que podemos hacer, pero sencillamente, es más fácil poner el grito en el cielo justo hoy, decir cuatro frases conmovedoras sobre Adán y Eva (Ni siquiera hay que inventarlas, basta decir lo que ya se dijo) y volver cada uno a sus cosas hasta otro día, otro chimpancé, otra muerte.

jueves, 5 de marzo de 2015

El Ebro no quiere guardar silencio

Los ríos son entes vivos, no son  tuberías tendidas a nuestro capricho.

Cualquier río es un sistema complejo en el que el agua circula tanto en superficie, donde podemos verlo o intuirlo, como bajo tierra -nivel freático- en dirección a la desembocadura, aún más, también hay influencia transversal.

Los ríos son un sistema dinámico, no fijo.Van variando su trazado, casi siempre en procesos lentos, aunque a veces lo hacen tras una gran crecida.Es parte del que podríamos llamar su ciclo vital.

 El Ebro, como río que es, es ejemplo de esto.  Aragón, está lleno de meandros y galachos que recuerdan su antiguo curso.Lo mismo podemos verlo en el Manzanares, en  el Jarama y en los demás  ríos de todo el planeta en que habitamos

Como sistema dinámico de fluidos, los ríos no discurren rectos y ordenados, no a la manera en que a los humanos civilizados se nos antoja. Si echamos un líquido al suelo podemos comprobar que no se desplaza en línea absolutamente recta. Puede que sea  una manía que tienen los fluidos para fastidiar. Los ríos son eso, fluidos.¿Hay que repetirlo?

 Para colmo,  también tienen energía y  la incómoda manía de erosionar y depositar. A lo largo de su recorrido, erosionan en unos lugares y en otros sedimentan. Cuando el río es joven, ese proceso es muy intenso, cuando es viejo y alcanza lo que se llama su perfil de equilibrio, pierde intensidad. ¿Qué ocurre  si los humanos se empeñan en excavar donde el río sedimenta? Pues que el río, con tiempo y tesón, pasa de nuestro empeño  y vuelve a sedimentar.

Imaginemos una esponja, ¿Qué sucede si se apoya el dedo en una esponja mojada? Que el agua acude a tu dedo.¿Que dragas una zona de ese cauce empapado?  Atraerás el agua de toda "la esponja" hacia allá con más intensidad aumentando el daño de  la crecida.

Pues en eso consiste la solución que piden ahora todos para el asunto del Ebro. Eso de dragar el río consiste en meter un dedo en la esponja cuando esté más seca y en no retirarlo,así que más adelante, las inundaciones que se van a repetir por el ciclo natural tendrán  peores consecuencias.

¿Y la solución de poner motas? Pues  el agua no se sale mientras discurre sin fuerza, es decir,  cuando no hacen falta. Cuando llegue la avenida,  el río no va a correr en linea recta y ordenado, sino buscando sitio y como las motas son  un obstáculo, variará su cauce e irá   inundando cosas que acaso no tenían porqué inundarse. Pero es que además, como mientras no ha habido crecida hemos  ido cambiando los puntos de erosión y sedimentación, excavando, sacando materiales, construyendo...habremos estado, en resumen, acumulando energía en lugar de disiparla. Es decir, perjudicando a los que vivan  aguas abajo.

Cuando tenemos a un  hijo enfermo llamamos al médico, un especialista y declinamos la buena intención de la señora Blasa que vive enfrente.

¿Si hay  problemas con un río, llamaremos al hidrólogo -especialista- o al paisano? En España llamamos al paisano como si fuera el experto, y solo es el damnificado. Pero además, no lo hacen solo los periodistas, a quienes podríamos excusar por aquello de que el drama crea audiencia, Entre tanto, las pobres vacas , los cerdos, tiritan y miran espantados como les llega el hambre y la muerte en lugares en que quizá nunca debieron estar.

Los hidrólogos, geólogos, estudiosos y especializados en la materia llevan años advirtiendo de lo que hay que hacer con los ríos, pero los políticos siguen haciendo caso de los lugareños, que suman más votos en lugar de hacer que ellos también entiendan este asunto de la esponja.

Los humanos hemos querido siempre acomodar el planeta a nuestro gusto, en lugar de desplazarnos a un lugar más conveniente o tomar nota de los vecinos. Las tremendas inundaciones del Nilo, por ejemplo, dieron cuna a una de las más impresionantes civilizaciones conocidas. El uso racional del agua, la observación y el respeto por él permitió avances sociales y estéticos que aún nos asombran en los palacios árabes de Andalucía, en los acueductos romanos...

Pero siempre han existido humanos vanidosos. En los años cincuenta y sesenta algunos ingenieros creyeron que podían dominar los ríos y se afanaron en llenar España de embalses y otras obras mal llamadas faraónicas. En lugar de potenciar en cada tierra sus cualidades singulares, nos empeñamos en hacer  regadíos donde no había agua, en no respetar el estiaje de determinadas cuencas, en jugar a dioses recreadores. Ya cercanos los noventa los hidrólogos, amén de los propios ríos con su testarudez insensible,  demostraron que no, y que las soluciones a corto plazo estaban agravando las situaciones a medio y largo plazo.

Ahora estamos ya en el medio y largo plazo de lo que se empezó a hace casi medio siglo en el Ebro. ¿Se hace caso a los hidrólogos? NO, se persiste en la obcecación y en  los errores de hace medio siglo.

Para  nota, y cum laude,  es lo de echarle la culpa al medio ambiente y de rebote, a los ecologistas. La ley que ahora protege nuestros ríos tiene base legal europea. No es que en la UE  sean ecologistas, que ya dan muestra palmaria de no serlo, es que hace años que vieron que los científicos tenían razón y que construir motas y dragar era tirar dinero, que resultaba más barato ordenar el territorio y limitar la construcción y el cultivo a determinadas áreas. No es ecologismo ( a lo que personalmente no tendría nada que oponer) es pura economía y sentido práctico. Eso que tanto les gusta decir a nuestros mandamases de racionalizar el gasto.

Por si no acaba de entenderse,  dragar un cauce se paga con dinero público. Porque naturalmente estas cosas cuando nos estallan en la cara, se afrontan  con el dinero de todos, que es la manera tradicional española de que algunos puedan llevárselo muerto y que encima los estafados se queden contentos por una temporada. Hasta la riada siguiente.

A mi siempre admirado Jose Antonio Labordeta, entre otros.









miércoles, 18 de febrero de 2015

Todavía no

No puedo prometer que siempre seré fuerte, que cuidaré de ti como tú misma, que no tropezaré, que no voy a perder los nervios, ni tan solo decirte que no voy a rendirme. El camino que queda por delante va a ser tan duro que quizá yo no alcance para estar a tu altura. No podría decirte que estaré siempre ahí cuando me necesites. Todas estas cosas, me gustarían tanto, que el hecho mismo de saber que seguramente no voy a cumplirlas, me destroza. En este instante, me duele tanto mi imperfección, mi incompetencia para este cometido, que casi no me atrevo a mirarte a los ojos mientras pruebo otra vez a ponerte el arnés y a pedirte que salgas.

No, yo no voy a fingir un coraje que no tengo. Y sé que no podré dejarte en la forma apropiada. No puedo simular que tú estás de acuerdo. No me quiero mentir, ni mentirte. Seguramente lo sabes. Noto en tu modo de estar conmigo que has comprendido cosas que yo aún no me atrevo a plantearme. Si intento hacer memoria, creo que lo sabías mucho antes de que nos diéramos cuenta de lo mal que iba todo. Acaso has empezado a despedirte, pero lo mismo son figuraciones mías. Precisamente ahora, cuando más necesitaría saber lo que tú piensas,  es cuando más segura estoy de no saberlo.
 Sí que hay algo que puedo prometerte y prometerme, te evitaré el dolor, el que conozco, el que puedo entender y también te prometo que intentaré evitar que dejes de ser tú misma, o mejor dicho, lo que yo percibo de ti misma, tu energía, tu dignidad, tu lealtad...No sabré nunca si eso es lo que tú quieres, pero mientras no lea la derrota en tus ojos, yo, que ya estoy derrotada de hace días, me pondré a la tarea de cuidarte, de cuidar lo que siento que eres. Perdóname si equivoco los signos, perdóname si reniego o me canso alguna tarde, aunque sean segundos de flaqueza y perdona, en fin,  que sea tan falible. No elegiste vivir entre nosotros. No sé si elegirás marcharte y si sabré entenderlo o si el día que suceda estaré una vez más equivocándome, no sé si ha sucedido y no lo veo,  pero si hay algo de lo que estoy segura y querría que tú también supieras. Todo mi corazón con su torpeza va estar en el empeño de hacerlo bien.

Como en cada momento de tu vida, yo voy a decidir este trayecto sin mapas y no voy a engañarme diciéndome que es lo mejor. Nunca sabré qué es lo mejor, nunca estaré segura. Hemos hecho juntas un camino de años y a menudo he creído entenderte. Ahora me recuesto a tu lado y no sé sino el calor que me das con tu cuerpo, la suavidad de tu pelaje, el latido tranquilo del corazón que escucho. ¿Es eso estar en paz en tu mundo de perro? Voy a ser egoísta una vez más y a creerme que sí, porque aún no tengo fuerza para pensar otra cosa.Todavía no.


jueves, 22 de enero de 2015

BG132

Le habían puesto por nombre Segura,  se trataba del espécimen BG132, pero tampoco a mí me gustará llamarla así. No sé si a un quebrantahuesos le importará que los humanos lo llamemos de una u otra manera, pero es mi modo de significar que no es para mí un objeto, ni siquiera un objeto de estudio.

Segura quizá ha tenido suerte, pese a que ha pasado casi toda su vida, en torno a medio siglo, en cautividad. Por lo menos ha estado al cargo de personas conscientes de su singularidad y deseosas de que su especie no deje por siempre los cielos de Europa. Era el ejemplar más anciano de cuantos se controlan en los proyectos de recuperación de la especie y, desde que en 1973 llegó a Dresde procedente de otro zoológico de Estonia, Segura ha llegado a ser madre de once pollos,de el BG124- Joseph- hasta el BG468-David- ya en el año 2005. Cuando ya presentó problemas de vista y de movilidad, la trajeron  a reposar en Cazorla, donde murió hace unos días.

Todas estas cuestiones se pueden encontrar en las noticias de agencia y en los registros del centro de recuperación. No me cabe duda de que sus cuidadores estarán entristecidos y de que han procurado hacerlo lo mejor posible, pero como casi siempre, a mí me duelen también otras cuestiones. Yo no he visto a Segura sino en foto, pero esa imagen de gigante atrapado no se corresponde con aquel quebrantahuesos,único que alcancé a mirar cuando era niña, libre, terrible, inmenso, como los describiera mi abuelo, que si los había conocido, cuando nos contaba sus lejanos tiempos de pastor por los montes. Segura ha dejado sus genes en casi una docena de quebrantahuesos y surcará los cielos a través de sus plumas y mirará los riscos con sus ojos de fuego y es posible que su aportación haya permitido que otra generación pueda admirar las alas desmesuradas y poderosas, como solo pueden serlo las de un quebrantahuesos adulto, abriéndose a los aires de esta Europa que maltratamos tan a menudo y de tantos modos como se nos ocurren a los humanos, pero esta convicción no impide que por un buen rato se me ocurra pensar que acaso ella, BG132 o Segura, o como se llamen a sí mismos estos colosos alados, hubiera preferido ser sencillamente una hembra más, sin que  le controlasen si pone o no, si se empareja con X o con Y ni en qué peña aterriza para tomarse un respiro.

Los humanos occidentales somos así, pasamos décadas destruyendo hábitats y habitantes hasta que un buen día levantamos los ojos al cielo y caemos en la cuenta de que nos falta algo. Entonces empezamos a tomar medidas para desandar lo andado, como si no supiéramos de sobra que ese camino no tiene retorno, que puede tener caminos paralelos, sinuosidades y recodos, pero que no volveremos al punto del que nunca debimos partir, así pues, para reparar un poco los rotos al traje, toca elegir males menores, por supuesto males elegidos y evaluados por nosotros. A veces llegamos a olvidarnos de que los son, a veces por ingenuidad, otras por cinismo y otras por prepotencia,  nos entusiasmamos por los avances sin valorar bien a fondo que lo hacemos sobre el lomo literal y figurado de ejemplares como lo fue Segura, nunca más plenamente libres, nunca más autónomos, por más que nos cataloguemos en el grupo de los buenos y a ellos en el de los héroes. No es bastante.

Esta mañana no me sirven los buenos números, esta mañana solo puedo dar las gracias y pedir perdón. Vuela en paz.


sábado, 17 de enero de 2015

¿Tenencia responsable?

Hoy vamos a ampliar aún más la cuenta de amistades, lo temo...Pero será más justo permitir que cada uno decida si quiere seguir adelante y leer las entradas a este blog un tanto errático y que nunca ofrece soluciones, sino nuevos conflictos. Hoy, en la línea habitual, volvemos a las andadas con otra reflexión  que me asalta cada vez con mayor frecuencia.

Son muchos ya los años que dedico parte de mi esfuerzo a procurar que otros tomen conciencia y mejoren su modo de tener en cautividad a los animales. Me sumo con frecuencia a los proyectos que promueven la llamada tenencia responsable, pero siempre me quedo con mal sabor de boca, siempre me parece que peco de tibia al exponer las cuestiones.

Entiendo muy bien cuando me acusan de perfeccionista, pero también comprendo que muchos de nosotros no queremos más dudas o, dicho en lenguaje familiar, no más comeduras de tarro. No puedo evitarlo, que siga trabajando, que preste mi voz a esas campañas que menciono o que yo misma intente hacer de la cautividad de muchos seres vivos algo más llevadero, no impide que siga planteándome cuestiones y la más directa, la que sigue rondándome la mente cuando cierro el portátil y recojo los trastos, es siempre la misma ¿Es compatible el término tenencia con el adjetivo responsable? ¿Es responsable tener?  ¿No es  más bien no tener el gesto de auténtica responsabilidad?

Entiendo, por supuesto, el concepto que mis amigos y yo estamos transmitiendo: conozca usted al animal con el que ha elegido vivir y adecúe  sus modos a las necesidades de éste, pero entonces ¿Dónde cabe la posesión? ¿Es necesidad de mi mascota que yo la tenga? La realidad es que casi siempre  la respuesta es no, pero tristemente en algún caso debemos responder que sí. Hemos generado tal entramado de dependencias que muchos animales precisan ser tenidos por alguien para sobrevivir, incluso más, para permitir que  puedan sobrevivir otros animales y perdurar no ya como individuos, sino incluso como especies. Cada año, en el llamado mundo civilizado nacen centenares de animales que, una vez nacidos, solo tienen posibilidades de sobrevivir sin daño para ellos mismos ni para otras especies cuando están controlados por humanos conscientes-solemos decir responsables.

Y es aquí donde ese concepto de responsable adquiere un sentido que muchos tenedores no acabamos de asimilar. Tener a uno o varios animales, más que poseerlos debería significar custodiarlos, resguardarlos del daño, protegerlos. Cada persona que conozco y que dice amar a los animales está convencida de estar desarrollando esa tarea, pero tristemente no es así. deberíamos protegerlos incluso de nosotros mismos. Proteger no significa acomodar y manejar cómo, cuándo y dónde yo quiero, sino resguardar del daño. Pero ¿Cuál es el daño objetivo? ¿El que percibe el humano protector, el que concibe la sociedad en que ese humano vive, el que percibe el propio sujeto protegido, el que dicta la ciencia actual...? Difícil, muy difícil llegar a un consenso.

Pero este es mi blog, así pues, voy a definirme. No creo estar en posesión de la verdad, sólo cuento en voz alta como lo veo hoy, confiando en que, más que seguirme como a un gurú, los que me leen se hagan preguntas.

A mi entender, daño será todo aquello que los vulnera como seres completos, eso incluye pues un montón de prácticas que son socialmente aceptadas, al hecho de esta posesión, que sería pues el primer daño, tendremos que sumar cuantas elecciones peculiares hacemos cada día los pretendidos propietarios o poseedores y que no son estrictamente imprescindibles ni para su continuidad como especies ni tan siquiera para la supervivencia como ejemplar: Cada uno de nosotros decidimos si nuestra mascota tendrá o no pareja, si jugará o no con congéneres, si tendrá o no una jaula, un espacio propio en el hogar, si saldrá o entrará cada día y a qué horas lo hará, si podrá o no aprender a ser un espécimen completo... Tenencia claramente entendida al modo humano y eso es posesión, no custodia.

No importa si el animal ha llegado a nuestro hogar por un intercambio de dinero o por una adopción. Una vez accede a la convivencia con nosotros, pasa a estar sujeto a nuestras reglas más o menos rígidas, a nuestros modos de entender nuestras vidas y la suya, a aquello que condiciona nuestro día a día. Los seres humanos revestimos nuestro egoísmo con múltiples artificios para no reconocernos que todos, del primero al último, aunque sea en modos diversos, tenemos en nuestro fondo esa propensión a gestionar, a manipular otros seres vivos mucho más allá de lo puramente imprescindible para su supervivencia y para la nuestra.

Cuando hablamos de tenencia responsable, en realidad, estamos hablando de una  posesión que intenta minimizar los daños de nuestro egoísmo.  El día que el ser humano sepa dejar absolutamente libres a todos los seres vivos que le rodean sin causar con ello un nuevo daño,  habrá dado un salto en la evolución, pero para ello, hemos causado ya tantos estragos, que van a necesitarse varias generaciones responsables.Por mi lado, arranco este año nuevo, con un poco de contrición y propósito de enmienda a ver si voy logrando transformar mi tenencia en custodia, trabajo por esa custodia responsable  y voy sembrando, incluso en mí misma, la idea de una no tenencia futura aún más responsable. Estamos en ello.