domingo, 29 de diciembre de 2013

WOUNDA. Cuentos, leyendas y despedidas



     De niña, me fascinaba, como a tantos otros, ver "Planeta azul" o "El hombre y la tierra". Cuando empecé a saber un poco más, sentí  malestar por la estafa de descubrir que muchos de aquellos documentales no eran-no podían serlo-transcripción literal de las realidades vividas, sino idealizaciones brillantísimas que Rodríguez de la Fuente y su equipo, buenos conocedores del alma humana, habían preparado para causar ese impacto emocional y esas sensaciones que condujeron, ciertamente, a muchos de los entonces niños a dedicarse a estas tareas, que permitieron que muchos paisanos de nuestras tierras tuviesen que aceptar convivir con buitres, águilas o lobos, pero también-todo hay que decirlo- que el ecologismo de salón floreciera de modo exponencial.

     A diferencia de la mayoría de los activistas de hoy, Félix no convencía por  el espanto, sino buscando una empatía amable, haciendo que los espectadores llegasen a sentir tanta ternura por el cazador como por el cazado, tanta fascinación por las destrezas de unos como de otros. Ponía-a qué negarlo- un toque de protagonismo que a algunos molestaba, aunque estaba-yo creo- en su derecho. A estas cosas hay que ponerles cara y ojos, la abstracción rara vez engancha a las mayorías. Y a eso voy.

   En las últimas semanas ha circulado por las redes sociales un vídeo de la fundación Jane Goodall donde se ilustraba la liberación de Wounda, la hembra de chimpancé que presta su nombre a mi comentario. He vuelto a pensar en Félix, en la eficacia y en el error de este tipo de mensajes. El abrazo de este animal ha corrido de boca en boca y de pantalla en pantalla con una eficacia mayor que las imágenes de las manos de gorilas amputadas y sangrantes o las frías estadísticas anuales sobre matanzas, listas rojas y otros datos igualmente objetivos y terribles. El cuento, como aquella Dianne Fossey edulcorada  que nos vendía Sigourney Weaver en su recreación de "Gorilas en la niebla", ha movido más corazones que la realidad. Y aquí estoy yo, quitándole la ilusión infantil a quien me lea, porque la verdad no solo no es menos valiosa, sino que me parece tanto o más digna de ser propagada.  

   Veo el vídeo de Wounda y un trozo de mí siente un  terrible desgarro, pero la causa no es la interpretación antropocéntrica de su gesto, sino muy al contrario, la reflexión. Es ésta la que me hace plantearme el  nivel de confianza puede tener ese animal en sus cuidadoras humanas para buscar en ellas  apoyo ante una situación inquietante. Después pienso tantas otras cosas : Cómo esa hembra, ante la puerta abierta y la selva no sale a escape para perderse en ella como algunos falsos liberadores hubieran imaginado, sino que duda, se inquieta, se lo piensa. La selva, su hábitat, es lo desconocido, lo que atemoriza y hace retroceder, los humanos, la jaula, el camión, se convierten en elemento familiar.¿Sólo a mi me parece terrible esto?

   Como decía, los hechos no son menos valiosos. Yo no he entendido ese abrazo como una despedida agradecida, quizá porque he visto otras cosas y otros abrazos, pero eso no le quita valor ante mis ojos. Wounda siente que quien conoce lo que le aguarda, quien está más preparada para apoyarla es esa humana que la tocaba a través de los barrotes, que se dirige a ella en un  lenguaje híbrido chimpancé x inglés y mantiene una calma tensa. ¡Por supuesto que ese abrazo me conmueve! pero lleva dentro tantas cosas trágicas y me trae tantos recuerdos que no puedo compartirlo alegremente, que no puedo evitar una duda cuando los activistas de la fundación Goodall nos piden divulgarlo.


     Procuro creer que, como me ocurrió un día con los lobos, el alimoche  y las nutrias de Félix, la fascinación anime a algunos jóvenes a leer a Goodall, a conocer sus trabajos y a conocer la verdad, esa que dice que los chimpances pueden planear guerras, cometer infanticidios y practicar el canibalismo sin ser por eso menos dignos de respeto de lo que son ahora, con motivo de este vídeo. Mi puñetero sentido crítico sigue activo, me hace reparar en cómo una vez más se ha recurrido al personalismo, a la figura carismática que, probablemente, haya compartido con Wounda muchas menos horas que otros miembros del equipo cuyos nombres desconocemos. No me molesta que ella sobresalga, me duele que siga siendo necesario este poner cara, ojos y nombre amable a unos  hechos para que lleguen al gran público, me duele que podamos singularizar a Wounda porque, como bien resalta la señora Goodall, quedan tántos esperando y son tan pocos los que pueden liberarse... Me duele hasta en lo físico saber, haber conocido de primera mano, cuantos ejemplares jamás podrán volver a esa selva aunque se dotaran todos los medios materiales, me duelen dentro las Julietas, los Gordos, los Julios, los Javieres,las Tatus, lasMojas, los Curros, los centenares de chimpancés cautivos a quienes el ser humano ha incapacitado para toda posibilidad que no siga siendo la muerte o una cautividad un poco menos indigna que la que tuvieron.

   Respeto y admiro a Jane Goodall y me alegro por Wounda, pero es la mía una de esas alegrias incompletas que saben peor que la rabia y que la indignación. Mientras esto escribía, me llega la noticia de una muerte tan inútil, tan cruel y tan nuestra como la nueva vida de Wounda, como la otra vieja vida que ella tuvo y de la que la inmensa mayoría no se despedirán aunque cambiemos de año. Yo también le pongo cara y ojos a estas noticias, por eso mientras pienso que el 2013 es el año de la liberación de Wounda, sé también que ha sido el último en la vida de Gordo y de otros cuyos nombres nunca llegaremos a conocer. Bienvenida a la realidad.