viernes, 12 de octubre de 2018

AGUA

     El agua gana siempre, me decía el abuelo mirando hacia el torrente que aparecía seco en aquellos días. No importa lo que ves ahora, el agua está en alguna parte y busca su camino, si lo interrumpes, te engañarás.El agua vuelve.

     Aquella sentencia parecía una de esas frases lapidarias que se ven en los cuentos, pero poco más. El cauce reseco desde meses, con algunos matojos asomados a su orilla, simulaba desmentir las creencias del viejo.

     Muchos años después, adulta ya, tuve tiempo de andar aquellas tierras y de  recordar las palabras del abuelo.
   -Esto no puede hacerse así-dije- Habrá que hacer primero conducciones para aliviar del agua que bajará del monte
   - Estás loca ¿Tú sabes lo que vale eso?¿El sobrecoste? No podemos entregar otro contradictorio más. Nos van a fundir. Y aquí no ha corrido el agua desde hace décadas.

   Por razones ajenas a nosotros, aquel proyecto no se ejecutó finalmente. Un par de años más tarde, cuando la obra hubiera estado en uso de haberse realizado, las noticias sobre una gota fría que bla bla bla, me atragantaron la cena y le dieron la razón al abuelo. Las imágenes de televisión mostraban el torrente completamente desbordado justo en el punto en que él y yo estuviéramos charlando tanto tiempo atrás. Hasta me parecía verlo, con su rostro enjuto y su cigarrillo de medio lado, guiñándome un ojo.

     No todos los humanos tienen un abuelo sabio como era el mío y de entre quienes pueden tenerlo, muchos deciden no escucharlo -Cosas de viejos- Así que casi siempre nos creemos más listos y más poderosos y cambiamos las rutas de las aguas con sesudas obras de ingeniería que tienen bastante poco asiento en los principios naturales, en la física de los primeros años de estudio y demasiado de prepotencia y de interés espurio. Aquellos esquemitas de la escuela, aquellos recitados sobre cárcavas, barrancos y torrentes, se quedan aparcados mientras proyectamos desvíos, excavaciones, cambios de uso de los terrenos y otras decenas de maravillas del saber moderno. Pero el agua gana, gana siempre.
Porque el agua, también nos lo enseñaban en la escuela, tiene un ciclo continuo en el planeta y en una forma u otra, regresa al origen para volver a iniciar su ciclo y unos cuantos hombrecillos ocurrentes no pueden torcer eso sin consecuencias.

     Y si los hombrecillos ocurrentes hacen confluir los cauces torciéndoles el rumbo a los torrentes y rieras, gana el agua que cae más pronto o más tarde desde alguna parte. Gana el agua y perdemos todos, aunque solo a algunos llegue a costarles la vida nuestro aprendizaje.