jueves, 19 de junio de 2014

Fuleco y yo


Hace semanas que no escribo por aquí. No faltan temas, muy al contrario sobran motivos de duda y reflexión, pero precisamente esta mañana, con motivo de la traída y llevada copa del mundo de fútbol he llegado a la decisión de volver a comentar..

No suelo prestar mucha atención a este tipo de eventos por ellos mismos, pero ¡caramba! un buen amigo me pasa un enlace hablando de un tal Fuleco y yo compruebo perpleja que se refiere al fútbol...O no, se refiere más bien al que llaman merchandising del asunto. 

Parece que el tal Fuleco es un armadillo- un Trolepeutes tricinctus- según sus creadores y parece también que su nombre aúna las palabras tbol y ecología. Todo un alarde de ingenio que haría sonrojar a más de cuatro, pero que a los señores de la FIFA les pareció excelente o nos lo hicieron pasar por tal. La cosa es que una servidora, ingenua como siempre, piensa por unos segundos que igual este movimiento de masas iba a servir por una vez para algo notable, pero va a ser que no, es decir, el enlace de mi amigo tenía un fin crítico, no se había pasado a las huestes futbófilas ni cosa parecida, sino que había conocido, como yo tras él, que Fuleco es solo eso, un muñeco con nombre cutre y mucho ringorrango publicitario, pero nada más. Ni un céntimo de lo recaudado por sus canciones, su imagen, los cientos de muñecos que se vendan estos días, NADA pasará a las arcas de ninguna entidad protectora de los armadillos de tres bandas, ni de sus hábitats, ni de la ecología en general.

La verdad es que la culpa no es ni de los diseñadores ni de la Fifa, ni tampoco de los armadillos, que les da por volverse vulnerables a la presión humana, como si no hubiera mejores cosas que hacer en el Brasil de nuestro tiempo. La culpa es mía por pecar de ingenua e imaginar que alguien que se devana ovillos enteros de neuronas inventando un nombre tan magnífico para un personaje  no menos magnífico, tiene un objetivo un poco más elevado que hacer que se hable durante unos segundos de su ocurrencia. ¿Exagero? Hagamos una sencilla prueba, preguntemos a cualquiera por la calle qué sabe del tatú bola, de los armadillos o de algo que no sean las derrotas y victorias de los equipos más renombrados. De hecho, muchos identificarán más fácilmente el modelo de balón que el desdichado monigote. Si presionamos un poco, le darán a la wikipedia, que para eso está.

Muestra evidente de que no hay demasiada consistencia ecológica en el asunto es otra noticia también encadenada a ésta, la de que un zoológico local ha zambullido a una pobre tortuga, a la que llaman Cabeçao,  en una pileta de hormigón a vista del público para que ejerza de oráculo, como en otro tiempo lo fuera el pulpo Paul. Esa es la verdadera enseñanza. Y ¡Claro! como ni la golpean ni le dan descargas eléctricas mientras decide, no se considera maltrato ni explotación, seguro que ella es feliz y estos corros de niños y adultos vociferando alrededor mientras nada hacia el oportuno manojo de pescado son solo enriquecimiento ambiental.

Pero me he extendido demasiado, porque en realidad mi objetivo era reflexionar un poco más allá. ¿Cuántas de esas campañas que nos creemos tienen un fin netamente altruista?¿Somos capaces en nuestra buena fe de separar el grano de la paja? Aún más  ¿Cuántas, por bien intencionadas que sean, sirven de verdad a quienes deberían?

Pocas entradas atrás mencioné el caso de un tropiezo en uno de los programas sobre papagayos que sigo más de cerca. Como no me gusta limitarme a lo superficial, estuve indagando y atando cabos con las informaciones . Lejos de conformarme, las nuevas averiguaciones me llevan a mayor desconcierto. Son detalles poco perceptibles, pero que significan mucho respecto a los enfoques del asunto. ¿Es que a nadie excepto a mí le chirría que unas aves que van a ser reintroducidas en la naturaleza estén siendo habituadas a comer estrudidos en lugar de frutos autóctonos?¿Es que no solo a mí daña la visión de bandejas enteras de semillas de girasol en los voladeros de rescate? ¿Qué me han estado vendiendo si este es el plan de trabajo? ¿Puedo confiar en que otras cosas se estén haciendo mejor?

Quizá son detalles un poco lejanos al ciudadano de a pie, que está acostumbrado a escuchar cómo su veterinario de cabecera le aconseja el pienso como solución a todos los males de su loro. así que aparco estas para otras tertulias y planteo éstas: Un crucero de turistas entusiasmados pisoteando los territorios de especies que nunca debieron ser molestadas ¿No es un daño ecológico si el barco lleva el logotipo de una ONG y las entradas las venden ellos? ¿O es un mal menor?¿Cuánto menor?¿Por qué tiene más derecho a conocer in situ al lémur o a la iguana aquel que puede pagarlo?... Porque es mercado y punto, porque ni siquiera por la pretendida protección y rescate estamos sino en una sociedad netamente mercantil, donde la campaña que destaca no es la más seria, sino la mejor publicitada. Sin ir más lejos, las fotos de nuestro ya ex-rey con  un cadáver de elefante, no les sirvieron a los elefantes, sino a los detractores del Borbón, muchos de ellos poco o nada ecologistas, para hacer chistes de dudoso gusto.

Las campañas, en su mayoría,  han servido para lavar ingresos, para sanear imágenes de muchos antiguos traficantes, para que muchos magnates conserven sus colecciones rapiñadas al medio durante décadas y que los ciudadanitos de a pie, posibilistas y manejables, duerman mejor por la noche pensando que aún hay hadas madrinas. 

 Cada vez me entristezco más y me cuesta más trabajo ilusionarme, cada vez me entrego menos. No porque mis convicciones hayan decaído, sino precisamente porque no lo han hecho. Así las cosas, llevo semanas cribando para dar destino a un donativo. A ratos, me entran tentaciones de comprar un enorme surtido de Fulecos y marcharme con ellos de crucero.