domingo, 19 de junio de 2016

LIBERTADES

Es común que amigos y conocidos, sabiendo de mis intereses- o malentendiendolos, pero desde la buena voluntad- me etiqueten o me envíen enlaces a artículos relacionados con la gestión de fauna. Entre ellos, muy a menudo, relativos al adiestramiento. Agradezco siempre la ocasión de saber más sobre el enfoque de otros  y me gusta ponerme al día sobre nuevos conocimientos. No podría ser de otra manera.Aún así, me entristece ver cuán a menudo, se trata de vueltas sobre lo mismo, de intentonas de demostrar que una determinada línea de trabajo es la óptima, revistiendo de barnices diversos lo que es, sencillamente, la manera de trabajar que el autor o autora del artículo ha sido capaz de desarrollar. Es, a fin de cuentas, lo que hacemos todos, con una diferencia, muchos estamos dispuestos a dudar hasta de nosotros mismos y ellos solo están dispuestos a sumar feligresía.

Como humana que soy, como primate, soy falible, altamente falible, entre otras muchas cosas, porque por más que me empeñe, mi percepción está limitada por mis condiciones innatas y por mi propia trayectoria vital. Me faltan y me faltarán elementos. Igual es por eso que, leyendo a determinados gurús de esta "cuasiciencia" que es el comportamiento animal, no alcanzo a entender sus afirmaciones más categóricas, esas que hacen que centenares de personas secunden sus doctrinas como el que practica un credo y no como seres dotados sentido crítico.

Entiendo cuan poco comercial resulta el no poder dar a quien me consulte una certeza absoluta, algo que le garantice al 100% los resultados para siempre jamás. La realidad es que otros tampoco pueden, pero no lo dicen y como los efectos aparentes de cuanto hacen dura el tiempo suficiente como para que caduque la garantía, cuando las cosas empiezan a fallar, ya hace tiempo que pasaste por sus manos, así que será culpa tuya. Otra parte muy interesante del sistema comercial consiste en revestirlo de aspectos morales tranquilizadores. Nada hay tan dañino como la mala conciencia, así que si yo, tu profeta, tu maestro, tu guía, te doy argumentos para liberarte de ella, seguro que te intereso.

Poco comercial, por contra, es reconocer que tengo dudas, que sigo aprendiendo y desaprendiendo como aquel primer día en que me ví frente a una cachorra tan aterrorizada como yo, pero con mucho más que perder, incluso la vida. Si mi querida Ula volviera hoy, yo no haría alguna de las cosas que hice y muchas procuraría hacerlas mejor, de lo que estoy segura, es de que intentaría sujetar mi egoismo. Hasta ahí puedo decir, el resto me viene grande.

Del mismo modo, o aún con más crudeza, veo la relación con los exóticos. Desde el comienzo, catalogando como tal a todo ser viviente con el que no convivimos para un fin físico -ya sea producción de carne, de piel, de leche o de cualesquiera otras materias- hasta todos y cada uno de los aspectos de esta convivencia, teñimos, barnizamos y escondemos la realidad última: Estamos USÁNDOLOS, sirviéndonos de ellos para un fin tan dudoso como nuestro bienestar emocional. ¿Por qué ha de ser más lícito éste que los eminentemente materiales? Solo porque lo llamamos amor.¿Cuántas barbaridades cometemos en nombre del amor?

No niego que, en mi propia contradicción reflexiva, entiendo que algún modo de cautividad, puede ser necesario. Lo sería hoy, precisamente, porque en otro tiempo no supimos sujetarnos. O igual no, igual es que malinterpreto los datos. En todo caso, esta conversación podemos tenerla en otro momento, ahora mismo, lo que trato de poner en solfa son los envoltorios que le damos a esos modos de relacionarnos.

Hace dos días, por ejemplo, me llegaba uno de esos artículos sobre la gestión de los loros donde se usan expresiones como libertad de elección, decisión propia. Intento esbozar una sonrisa y,aunque el cerebro me pide un exabrupto, al final opto por una reflexión-desahogo en el blog. Pobres de mis escasos lectores.

¿Cómo puede decirse sin rubor que se les da el control o que eligen libremente cuando se ha planificado todo un proceso de A-DIES-TRA-MIEN-TO  previo a esa supuesta toma de control?¿Quienes somos nosotros para conceder o no esa libertad de elección? ¿Cómo va a ser libre algo que se funda no solo en el cautiverio, sino incluso en el condicionamiento? Es bien sencillo, empezamos contándonos que el sujeto va a condicionar el entorno a partir de que nosotros lo pongamos en el camino. Ahí es nada, los humanos arrogándonos capacidades nada objetivables que se fundan en la concepción del hombre como rey de la creación ¿Pero no era que somos científicos y nos creemos a Darwin?

Lo pintoresco es que algunos de quienes siguen estas prácticas, hablan y escriben con absoluta buena fe, creyendo el argumento, piensan que trabajan para un bien absoluto. Yo, que en ocasiones también manejo a algunos animales, no he dejado de sentirme culpable ni un minuto y probablemente esgrimo alguna coartada como esa de que "este pobre no podrá volver a la selva" o la de "había que elegir entre esta vida imperfecta o la muerte". No son menos humanas y, ya lo digo, mucho menos vendibles. Soy una contradicción con patas. Para lo máximo que me llegan estas argucias mentales es para no entrar en bloqueo, dado que no puedo soltar sobre la marcha a mis compañeros de vida -a quienes adornan límites irreparables tanto  físicos como psicológicos- Pero elegí hace tiempo dejar de hacerle demasiadas trampas a mi conciencia. No cambio nombres, hago según qué cosas para que me sea llevadero compartir la vida con ellos dentro de mi imperfección, las hago para poder seguir mirándoles a los ojos y, sobre todo, para poder seguir mirándomelos a mi. Lo demás es marketing, desfachatez o ingenuidad, según los casos, pero la libertad es otra cosa.