Es difícil sustraerse a la tentación de una página incendiaria.
A solo dos días de la que esperaba fuera una entrada de blog casi festiva, en
la que recordaría el trigésimo séptimo cumpleaños de Loulis- primer chimpancé
que aprendió de otro congénere el lenguaje de signos- me leo a mi misma llena
de rabia, de impotencia, intentando hacer racionales mis sensaciones. Me lo
ponen aún más difícil los comentarios que encuentro en las redes, algunos
proceden de corazones bien intencionados, pero en lo esencial, miran al dedo que
señala y se olvidan la luna. Habrá que homenajear a Loulis en otro momento.
Algún humano ocurrente había decidido que los llamáramos Eva
y Adán, pero esa era sin duda una intromisión sin importancia comparada con las
decenas, centenas de intromisiones de los humanos en sus vidas, en las de sus
padres y sus abuelos. Desconozco su historia en los pequeños detalles, pero muy
probablemente habrían nacido en cautiverio. Hay demasiados como ellos en todos
los zoológicos y santuarios del mundo pretendidamente civilizado. Y aunque no fuera así,
también es dudoso que su infancia hubiera podido transcurrir lejos del ser
humano. Aquellos territorios africanos que hace apenas un siglo asustaban a los
europeos, son hoy escenario de incursiones con todo tipo de fines, poco
altruistas en la mayoría de los casos.
Pero no querría perderme en ese asunto, también importante.
Prefiero centrarme en esta historia sórdida y compleja que me ha saltado a la
garganta con las noticias del desayuno. Eva y Adán, Adán y Eva, han muerto con
pocas horas de diferencia, después de que huyeran de un zoológico en la isla de
Mallorca. Desde que lograron huir de su último encierro, se han dejado oír y
leer otra vez todos esos comentarios, no por reiterados menos vergonzosos, no
por repetidos más apropiados… Que si eran peligrosos por la tremenda fuerza que
pueden desarrollar, que había que proteger a la población y al operativo
desplegado, que si las asociaciones animalistas, que si los primatólogos de
renombre, que si blablablá.
Nada de ello ha impedido que Eva fuese abatida a
tiros. Quiero creer que por humanos atemorizados por la dantesca información
sobre su potencial, quiero evitar creer que fue sencillamente una orden dictada
de antemano, desde el momento en que salieron de los confines de su última
prisión. De haberlos sedado y capturado con vida ¿Qué hubieran podido hacer?
Había sido ya evidente que las viejas instalaciones eran inseguras ¿Dónde hubieran podido trasladarlos,dentro de la isla, que reuniese condiciones? ¿Quién iba a querer
hacerse cargo de un chimpancé adulto y problemático?...No, es preferible pensar
que fuera solo miedo, ese miedo cerval e incontrolable que inspiran nuestros
primos cuando dejan de parecerse a la Chita de nuestra niñez desinformada.
Adán tampoco tuvo más suerte. Dicen que ha aparecido flotando en el depósito de una depuradora. Creámonos también los hechos como nos los cuentan. A él no va a servirle demasiado que los pongamos en duda. Flotando o no, la realidad es que no va a volver a zarandear los barrotes del recinto mientras una caterva de humanos gritan espantados de su fuerza. Los chimpancés no son precisamente buenos nadadores.
Hace no muchos días, leía en el blog de un amigo un alegato
contra los zoos, así, en general. Hoy leo muchos más, apoyados en la desgracia
de Eva y Adán, muchos oportunistas, con argumentos torticeros en su mayor parte, arremeten contra algo que desconocen y faltan al realismo necesario para
afrontar lo que nos ocupa. Porque cuando se habla y se escribe sobre zoos, muy
pocas veces se hace desde la objetividad y el conocimiento. Tampoco yo seré
objetiva. No podría atribuirme semejante capacidad cundo las lágrimas me
impiden ver con nitidez la pantalla. Pero si sé un poco de zoológicos y sé
también que a Adán y a Eva, el que se hubieran prohibido los zoos, no les
habría servido para demasiado.
Quienes esto exigen desde la histeria o el interés político
no plantean alternativas, solo vociferan. No. Estas gentes que claman parecen
imaginar que pasado mañana podríamos descorrer cerrojos y abrir portones a todo
ser viviente, liberarlo en su hábitat y volvernos a casa como si tal cosa. Pero
esto es incierto. Para comenzar, no hay tales hábitats. Muchos de ellos han
desaparecido, otros son insuficientes ya para los especímenes que han tenido la
dudosa fortuna de no caer todavía en nuestras manos. Si se propusieran
soluciones, imagino que no pasarían por eutanasiar a los centenares de
especímenes híbridos, ancianos, tullidos, enfermos, asociales que ya están
entre nosotros. No, imagino que se refieren más bien a mantenerlos en un
espacio controlado y cuidar de ellos lo que les quede de vida ¿No es así? ¿O de
verdad darán ustedes la cara y me dirán, como ya me han dicho a veces (siempre de
tapadillo) algunos inspirados ecologistas, que deberán morir algunos para que los traficantes aprendan la
lección? ¿Y quién será el llamado a decidir sobre vidas y muertes? Difícil ¿No
es cierto? Por otra parte ¿Qué son, sino otros zoos, esos encierros controlados
que ustedes proponen? Dirán entonces que no, que no son zoos, porque estarían
bien llevados y con buenas instalaciones. Permítanme que les responda con una
mueca irónica y tirando a triste. Las protectoras y centros de acogida se ven y
desean para atender a perros, cobayas o lechuzas. ¿Imaginan ustedes lo que
sería intentar mantener mediante donaciones y voluntariado a toda la fauna no
doméstica del mundo occidental? ¿Y dónde se haría semejante cosa? Temo mucho
que habría que acabar asumiendo que necesitábamos ingresos cuantiosos e instalaciones.
No voy a entrar ahora en otros argumentos, solo quiero decir
que hablar de zoo no siempre es decir barrotes, suciedad y malos modos por
parte de los cuidadores. Mucho de cuanto hoy saben ustedes, detractores, y yo
misma, lo sabemos porque ha habido personas consagradas a respetar y a atender en
la medida de sus posibilidades a especímenes cautivos que desdichadamente no
podían ser otra cosa. Yo no me complazco porque exista el cautiverio. Intento
trabajar porque vaya paso a paso desapareciendo, pero me resulta injusto y
falto de visión agredir, sin separar el grano de la paja, a quienes pueden ser
aliados. Hay muchos, demasiados zoológicos impresentables, nauseabundos,
obscenos en su crueldad, pero también hay muchos colegios deplorables y no
planteamos abolir la enseñanza, sino controlar, vigilar, regular y convertirla
en otra cosa.
Hay mucho, mucho que podemos hacer, pero
sencillamente, es más fácil poner el grito en el cielo justo hoy, decir cuatro
frases conmovedoras sobre Adán y Eva (Ni siquiera hay que inventarlas, basta
decir lo que ya se dijo) y volver cada uno a sus cosas hasta otro día, otro
chimpancé, otra muerte.