sábado, 3 de diciembre de 2016

COMO UNA CABRA

   Comentar noticias atrasadas no es práctica muy recomendada para un blog, pero la realidad de esta bitácora es que ni se rige por la rabiosa actualidad, ni los hechos sobre los que propongo pensar concluyen el día en que dejan de aparecer en las portadas. Así pues,  reconozco que ha pasado algo de tiempo desde la noticia que da origen a esta entrada y, reconozco también con tristeza, que no ha perdido vigencia.

   Siempre en ejercicio de mis dudas, releo empezando por el titular y siguiendo por los datos. La formación animalista PACMA, se felicitaba por haber parado una medida de la Comunidad de Madrid (A los que amamos la naturaleza y trabajamos en su entorno, este tipo de titulares siempre nos animan a leer). El asunto era el que sigue:
Hay superpoblación de cabra montés  en Madrid y a la administración autonómica se le ocurrió acabar con ello por la vía rápida, la muerte de los animales (2500 en cinco años, a razón de 500 por año que serían cazados bajo supuesto control de la Consejería correspondiente). Ni que decir tiene que las asociaciones animalistas montaron en cólera y se aprestaron a impedirlo.

   A algunas mentes como la mía, las lecturas nos llaman también a hacer preguntas. En esta ocasión, comenzaron ante  proposiciones como: En un comunicado en el que se felicita por la decisión, PACMA explica que "las cabras fueron introducidas en la zona por la mano humana en la década de los 90. La falta de gestión y seguimiento de las poblaciones por parte de la Administración ha llevado a que hoy alrededor de 4.000 cabras hayan hecho de estas montañas su hogar".

   Es el gran drama de muchas especies, se sueltan en espacios que no son los suyos – o que habían dejado de serlo- y progresan allí más que inadecuadamente. Llega entonces el humano con sus medidas correctoras y promueve nuevos desastres. ¿La culpa? Del cha-cha-cha, por supuesto.

   Lo que siempre me sorprende  e  irrita de quienes se etiquetan a sí mismos como animalistas, defensores y otras muchas virtudes naturales-dicho en sus múltiples acepciones- es la incongruencia y falta de base de sus propuestas alternativas, si es que llega a haberlas. Explico continuando con este ejemplo, que es ni más ni menos que mi pretexto para la reflexión de hoy:
Llama la atención que un gobierno autonómico que firma acuerdos por el sacrificio cero en los albergues y perreras, estime que el modo de combatir errores del pasado sea el sacrificio múltiple.  Llama también la atención que, teniendo el dudoso honor de haber vivido en nuestro suelo patrio la extinción en el año 2000 de los dos últimos especímenes de una de las subespecies (Capra pyrenaica pyrenaica) se esté  pensando en eliminar masivamente a un buen pellizco de los remanentes de otra.

   Hasta aquí, nada que objetar a la oposición de los animalistas -Insisto en usar este apelativo porque es el que usan para sí mismos, pero sobre todo, porque entiendo que ecologismo tiene que ser cosa bastante menos simplista- Dice la noticia que PACMA se opone a cualquier método que implique la muerte de animales y ha instado a las autoridades a adoptar medidas "éticas y compatibles con los derechos de los animales". Entre éstas estaría, a juicio de la formación, "facilitar la expansión natural y dispersión de la especie, empleo de métodos anticonceptivos, traslado de los animales a hábitat similares, respeto y protección de las poblaciones de depredadores como los lobos, gestión de las especies vegetales protegidas…" Hermosas palabras que ocultan a mi juicio  más de un sinsentido y alguna contradicción.

    Excluyamos el debate, que dejo a otros, sobre los derechos de los animales. En éste siempre somos nosotros humanos quienes definimos cuales son y cuales pesan más.  Aunque se me ocurran pensamientos como ¿Qué importará más, el derecho a no ser separado de mi rebaño para llevarme a otro territorio donde los humanos estimen que no perjudico? ¿El derecho a reproducirme sin que los humanos decidan que yo debo ser esterilizado para no sobrepoblar con mi descendencia este lugar al que me trajeron ellos?...
Pero ya digo, la contradicción a mi juicio no está solo ahí. PACMA enuncia la expresión “expansión natural de la especie” con una alegría impropia. Si la especie es introducida hace menos de 30 años ¿Podemos calificar de  natural su expansión por la zona? ¿Se toman a la ligera los resultados de su eventual expansión mientras lidiamos con las que hoy consideramos especies invasoras? Y como no hemos aprendido nada de esta introducción en hábitat similar que se realizó hace unas décadas y que hoy nos está explotando en las manos, proponemos nuevos traslados...Y si se aboga por la expansión natural ¿Qué tiene de natural la aplicación por parte de humanos de métodos anticonceptivos?

   No estoy apoyando la medida de la cacería, que con los antecedentes que ya conocemos, me suena más a encubrimiento de prácticas cinegéticas comunes que a verdadera salvaguarda del patrimonio.  A los actuales mandatarios ya les supongo la falta de empatía y de nociones sobre biología y ecosistemas, estoy  procurando ver a medio y largo plazo, eso que tan pocas veces nos deja hacer la emotividad.

   PACMA parece haberse apuntado un tanto y lanza sus campanas al vuelo por tecla de un periodista simpatizante, pero la realidad es que no se ha impedido, sino aplazado la medida con una suspensión cautelar dictada por un juez. A partir de ello no sabemos qué será de las cabras en próximos tiempos ni qué medidas reales se adoptarán que no sean, como las anteriores, parches sobre heridas autoinflingidas. Esta es la penosa realidad de nuestra cada día más escasa herencia natural y esta es, tristemente la penosa realidad del animalismo rampante en al menos dos de cada tres casos de que tengo constancia. Luego hay quienes me preguntan que porqué no me afilio o porqué me desafilié. Será porque no soy lo bastante animalista o porque  no quiero que mis dudas malogren un buen titular, una brillante rueda de prensa o un par de minutos de telediario. Quizá sea tan solo que estoy como una cabra (sp. Pyrenaica, por supuesto)

lunes, 19 de septiembre de 2016

Rhea

Rhea arrasa en las redes, pero sigue siendo una desconocida. Rhea es un ejemplar de agapornis, probablemente de la especie A. roseicollis, pero nada nos confirman al respecto.Pudiera ser un híbrido. Parece que la propietaria de Rhea, la persona que hace y deshace en su nombre, ha decidido que su pequeña es supercuqui y que con su inestimable ayuda, además de estar calentita puede ser famosa, así que le ha plantado un jersey, y otro y otro y cada vez que se los pone, sube fotitos a las redes y otros cientos de amantes de lo cuqui, enlazan, elogian, comentan y se solidarizan con la cuquipornis  Rhea, que es todo amor. El asunto es tan arrasadoramente cuqui que ha llegado a las noticias. Así somos los humanos occidentales.

Lo de menos es saber que lo que hace que Rhea sea tan especial es ni más ni menos que la manifestación de un virus letal para las psitaciformes del que a menudo los inseparables son portadores y que está acabando de manera muy dramática con muchos especímenes de ese orden. A tal punto llega el problema, que está o ha estado a punto de dar al traste con alguno de los programas de recuperación de las especies más escasas del grupo, como por ejemplo, la Psittacula eches. Los ejemplares de eches, amén de los innumerables problemas que los amenazan, tienen ahora que enfrentar el virus (PBFD o circovirus aviar) que han acarreado hasta allí sus parientes. Del mismo modo, el virus llega y se dispersa por Europa de la mano de inseparables como Rhea, o mejor dicho, no como Rhea, que exhibe su desnudez cuando la dueña le deja, sino portadores asintomáticos-con su pluma y su todo- que dispersan el virus allá donde estén.

Como el virus no ataca a humanos y como los inseparables no son caros, los humanos no piensan en hacer prevención, ni analizan, ni evitan contactos. Si les "toca la mala suerte", lo lamentan y se consiguen otro, algunos lloran en las redes, otros no, pero lo que muy pocos hacen es advertir, prevenir, informar. Total, son pajaritos de esos que se tienen por centenares.

La buena de Rhea, casualmente, ha aparecido en temporada baja, como inseparable de verano, y por eso la prensa se hace eco, no de su enfermedad para avisar, sino de su total look y de cuántos usuarios le ofrecen nuevos jerseys. Lo de menos, la prevención, la divulgación, aprovechar el caso para una auténtica información. Así uno puede leer cosas como "aquejada de una extrañísima enfermedad"  -¡Extrañísima!¡Que se lo cuenten a los centenares de loros que este año han muerto o siguen padeciendo tan cruel afección!- "Así sería un agapornis sin la enfermedad" -y aparece sobre el pie la foto de dos ejemplares que ni siquiera son la misma especie- Información de calidad, vaya. ¿Por qué van a dedicar tiempo a documentarse o a afinar buscando si en realidad lo que les importa es rellenar tiempo con la cuquinoticia del cuquiporni que arrasa en las redes.

Para desdicha de todos los animales, la mayoría de humanos occidentales tienemos pocas o ninguna gana de complicarnos más, cada espécimen  sirve para cubrir la cuota de egolatría de algún ciudadano, unos en modo directo, otros indirecto, pero con casi nulas excepciones.

Poniéndome muy soñadora, quiero imaginar que Rhea llegue a ser uno de los escasos ejemplares que inactivan el virus. Siendo más realista, solo queda esperar que Rhea, la desgraciada Rhea, tenga al menos ocasión de marcharse con serenidad y sin dolores el día en que su humana y su veterinario comprueben que poco más pueden hacer por ella y que, entre tanto, solo les haya dado tiempo a dispersar cuquifotos.

domingo, 19 de junio de 2016

LIBERTADES

Es común que amigos y conocidos, sabiendo de mis intereses- o malentendiendolos, pero desde la buena voluntad- me etiqueten o me envíen enlaces a artículos relacionados con la gestión de fauna. Entre ellos, muy a menudo, relativos al adiestramiento. Agradezco siempre la ocasión de saber más sobre el enfoque de otros  y me gusta ponerme al día sobre nuevos conocimientos. No podría ser de otra manera.Aún así, me entristece ver cuán a menudo, se trata de vueltas sobre lo mismo, de intentonas de demostrar que una determinada línea de trabajo es la óptima, revistiendo de barnices diversos lo que es, sencillamente, la manera de trabajar que el autor o autora del artículo ha sido capaz de desarrollar. Es, a fin de cuentas, lo que hacemos todos, con una diferencia, muchos estamos dispuestos a dudar hasta de nosotros mismos y ellos solo están dispuestos a sumar feligresía.

Como humana que soy, como primate, soy falible, altamente falible, entre otras muchas cosas, porque por más que me empeñe, mi percepción está limitada por mis condiciones innatas y por mi propia trayectoria vital. Me faltan y me faltarán elementos. Igual es por eso que, leyendo a determinados gurús de esta "cuasiciencia" que es el comportamiento animal, no alcanzo a entender sus afirmaciones más categóricas, esas que hacen que centenares de personas secunden sus doctrinas como el que practica un credo y no como seres dotados sentido crítico.

Entiendo cuan poco comercial resulta el no poder dar a quien me consulte una certeza absoluta, algo que le garantice al 100% los resultados para siempre jamás. La realidad es que otros tampoco pueden, pero no lo dicen y como los efectos aparentes de cuanto hacen dura el tiempo suficiente como para que caduque la garantía, cuando las cosas empiezan a fallar, ya hace tiempo que pasaste por sus manos, así que será culpa tuya. Otra parte muy interesante del sistema comercial consiste en revestirlo de aspectos morales tranquilizadores. Nada hay tan dañino como la mala conciencia, así que si yo, tu profeta, tu maestro, tu guía, te doy argumentos para liberarte de ella, seguro que te intereso.

Poco comercial, por contra, es reconocer que tengo dudas, que sigo aprendiendo y desaprendiendo como aquel primer día en que me ví frente a una cachorra tan aterrorizada como yo, pero con mucho más que perder, incluso la vida. Si mi querida Ula volviera hoy, yo no haría alguna de las cosas que hice y muchas procuraría hacerlas mejor, de lo que estoy segura, es de que intentaría sujetar mi egoismo. Hasta ahí puedo decir, el resto me viene grande.

Del mismo modo, o aún con más crudeza, veo la relación con los exóticos. Desde el comienzo, catalogando como tal a todo ser viviente con el que no convivimos para un fin físico -ya sea producción de carne, de piel, de leche o de cualesquiera otras materias- hasta todos y cada uno de los aspectos de esta convivencia, teñimos, barnizamos y escondemos la realidad última: Estamos USÁNDOLOS, sirviéndonos de ellos para un fin tan dudoso como nuestro bienestar emocional. ¿Por qué ha de ser más lícito éste que los eminentemente materiales? Solo porque lo llamamos amor.¿Cuántas barbaridades cometemos en nombre del amor?

No niego que, en mi propia contradicción reflexiva, entiendo que algún modo de cautividad, puede ser necesario. Lo sería hoy, precisamente, porque en otro tiempo no supimos sujetarnos. O igual no, igual es que malinterpreto los datos. En todo caso, esta conversación podemos tenerla en otro momento, ahora mismo, lo que trato de poner en solfa son los envoltorios que le damos a esos modos de relacionarnos.

Hace dos días, por ejemplo, me llegaba uno de esos artículos sobre la gestión de los loros donde se usan expresiones como libertad de elección, decisión propia. Intento esbozar una sonrisa y,aunque el cerebro me pide un exabrupto, al final opto por una reflexión-desahogo en el blog. Pobres de mis escasos lectores.

¿Cómo puede decirse sin rubor que se les da el control o que eligen libremente cuando se ha planificado todo un proceso de A-DIES-TRA-MIEN-TO  previo a esa supuesta toma de control?¿Quienes somos nosotros para conceder o no esa libertad de elección? ¿Cómo va a ser libre algo que se funda no solo en el cautiverio, sino incluso en el condicionamiento? Es bien sencillo, empezamos contándonos que el sujeto va a condicionar el entorno a partir de que nosotros lo pongamos en el camino. Ahí es nada, los humanos arrogándonos capacidades nada objetivables que se fundan en la concepción del hombre como rey de la creación ¿Pero no era que somos científicos y nos creemos a Darwin?

Lo pintoresco es que algunos de quienes siguen estas prácticas, hablan y escriben con absoluta buena fe, creyendo el argumento, piensan que trabajan para un bien absoluto. Yo, que en ocasiones también manejo a algunos animales, no he dejado de sentirme culpable ni un minuto y probablemente esgrimo alguna coartada como esa de que "este pobre no podrá volver a la selva" o la de "había que elegir entre esta vida imperfecta o la muerte". No son menos humanas y, ya lo digo, mucho menos vendibles. Soy una contradicción con patas. Para lo máximo que me llegan estas argucias mentales es para no entrar en bloqueo, dado que no puedo soltar sobre la marcha a mis compañeros de vida -a quienes adornan límites irreparables tanto  físicos como psicológicos- Pero elegí hace tiempo dejar de hacerle demasiadas trampas a mi conciencia. No cambio nombres, hago según qué cosas para que me sea llevadero compartir la vida con ellos dentro de mi imperfección, las hago para poder seguir mirándoles a los ojos y, sobre todo, para poder seguir mirándomelos a mi. Lo demás es marketing, desfachatez o ingenuidad, según los casos, pero la libertad es otra cosa.

jueves, 19 de mayo de 2016

¿Tenencia responsable o tendencia irresponsable?

Como hace tiempo me permití tratar sobre la que llamamos tenencia responsable, voy a lanzarme hoy a comentar sobre un aspecto concreto de esa tenencia, que ha pasado de ser absolutamente ignorado a convertirse casi en arma arrojadiza entre unos y otros. Como en tantas otras cosas que atañen a nuestra relación con los demás seres vivos, muchos ciudadanos se conducen a modo de secta cuando se refieren al tema de la esterilización y castración de las mascotas.

Parece como mínimo dudoso que las cabezas pensantes que en este mundo se desenvuelven no vean muy claros los condicionantes comerciales que afectan a la materia. Me consta que existen excelentes profesionales, pero ¿Es posible ignorar que una esterilización requiere gastos clínicos y a veces también de otro tipo? Y así las cosas ¿Podemos suponer que a ninguno de los defensores de la esterilización de todo bicho viviente,  y a toda costa,  se le pase esto por la cabeza? Me temo que no, que algunos lo tienen pero que muy presente.

De otro lado, también pueden obtener réditos otro tipo de profesionales eligiendo justamente el extremo contrario. Sin duda, los encantadores que tan de moda se están poniendo en el mundillo cinófilo pueden conseguir potenciales clientes sugiriendo no castrar a un animal problemático y jugando a reconducirlo con sus técnicas. Hay de todo. Por fortuna, también excelentes profesionales de cada materia.

Por todo ello me parece preferible una reflexión más extensa al respecto y, como casi siempre, más llamada a que otros también reflexionen. Dado que no soy veterinaria, no valoraré los diferentes sistemas desde un punto de vista clínico, sino precisamente desde la visión de propietario o manejador de mascotas. Eso nos hurta una parte del debate y soy consciente de ello, pero como nunca me ha gustado que ocupen mis espacios, no voy a caer en el error de ocupar los ajenos.

Vamos a empezar por el principio ¿Para qué intervenimos? Cabe suponer que se trata de asegurarnos que el sujeto en cuestión no se reproduzca. En ese sentido, existirían  modos de controlarlo que son seguramente menos cómodos, pero también más reversibles. Se me ocurre que valorar el cómo y dónde va a desenvolverse ese ejemplar, en manos de quién va a estar y cuál es su estado general sea bastante más sensato que lanzarse sin más a intervenirlo. Por supuesto, cabe mencionar también la especie. No parece igualmente sencillo que un hurón se reproduzca sin quererlo su propietario que el que un gato que se deja deambular libremente por el barrio pueda hacelo.

Otro argumento que últimamente hasta se ha puesto de moda incluso entre algunos humanos con pedigree: Prevención de enfermedades. Creanme, me asusta un poco. ¿Quitarnos o quitarles una parte actualmente sana del cuerpo por si se estropea? Estamos echándonos las manos a la cabeza-yo entre muchos- por los cortes de cola u orejas, que entre otras cosas nacieron para prevenir los accidentes cuando esas razas tenían fines utilitarios . No  estoy a favor ni me gustan los perros sin su correspondientes apéndices, pero entonces ¿Por qué habrán de gustarme más sin otros órganos?¿Porque no se ve que les falten?

Sé que estas cuatro pinceladas son superficiales e incompletas, pero son justo éstas las cuatro cosas que saltarían a la vista de cualquier profano si dedicara unos minutos a dudar. Entremos un poco más a fondo, no podemos ignorar que existe una porción de la conducta de todo animal que está regulada por las hormonas, que no es aprendida. Por muy bien que se gestione un ejemplar, cuando sus hormonas reproductoras envían determinadas señales, esto se manifiesta en su conducta. El animal fue creado como ser completo en un determinado entorno y al interferir en ese proceso hormonal, estamos interfiriendo en todo el conjunto, por mucho que pretendamos ignorarlo, el cuerpo es una máquina perfecta en su plenitud y no lo es tanto cuando falta algo, aunque pueda seguir funcionando aceptablemente.  Como sucede que el entorno en que hacemos vivir a una mascota no es aquel para el que su especie fue originalmente creada, es posible entender que acabemos considerando hacer ajustes. Mas si cuando intentamos estos ajustes atendemos a una parte del todo, perderemos de vista que esa inhibición hormonal o esa incapacidad reproductora pueden tener además otros efectos en el metabolismo,  en su conducta general o en la vida social del espécimen

En resumen, este asunto es sencillamente uno más de esos en los que desde el momento en que los humanos decidimos intervenir, desencadenamos una cascada de consecuencias que habitualmente no tenemos en mente cuando tomamos posiciones radicales. Un animal que es tenido como animal de compañía no va a disponer de idénticas ocasiones de comportarse como lo que es que las que hubiera tenido sin intervención del hombre. Estas limitaciones de su normal desenvolvimiento tienen consecuencias para él y para otros, ésta es la verdadera cuestión. Que el animal se reproduzca en forma incontrolada y en un entorno donde no existen los competidores ni los limitantes adecuados puede generar poblaciones invasivas, extensión de plagas o más simplemente, abandonos, sufrimientos y muertes. Que un animal sea limitado en su capacidad de reproducirse en una forma no consciente y no bien evaluada, puede producirle problemas conductuales o fisiológicos.

La clave para mi modo de pensar está en ese verbo: puede. No es una afirmación categórica y generalizable. Como particular y como profesional he tenido ocasión de relacionarme con ejemplares tanto enteros como esterilizados por diversos métodos y, honestamente, no puedo decir que haya encontrado en sus conductas unas mejorías o empeoramientos exclusivamente debidos a esas intervenciones, sino más bien que dichas actuaciones sumaron elementos a otros elementos ya existentes. He conocido también ejemplares que han sufrido infecciones y tumores -otras infecciones, otros tumores, claro está- pese a haber sido intervenidos y conozco perros, gatos, conejos... muy bien controlados, muy longevos y muy saludables que no pasaron por quirófanos ni por otras técnicas orientadas a inhibir sus procesos hormonales, que, sin embargo, tampoco se han reproducido merced a una gestión muy cuidadosa. Mi intuición -insisto en que no soy veterinaria- es que, como puede suceder en otro tipo de animales o en los propios humanos, no hay solo un factor que desencadena una conducta problemática, pero que tampoco hay  un único factor que desencadene un proceso clínico.

Si que entiendo que, dados los estragos que ya hemos producido los humanos con nuestro propio desorden, se hace necesario controlar el modo en que proliferan esos animales de los que decimos hacernos cargo y que ese control puede hacer necesarias intervenciones más radicales en poblaciones ferales, en colonias urbanas, en determinados ejemplares que puedan hallarse en refugios y en protectoras, pero aceptado esto, tengo que aceptar con enorme dolor que acaso no sean solo las esterilizaciones las intervenciones requeridas, de eso cabría hablar también en otro momento, por ahora se me ocurre que. cuando algunos pretendidos animalistas se espantan y hasta se permiten insultar a aquellos que no entienden como inexcusable la esterilización generalizada de las mascotas, están sencillamente cayendo en un fundamentalismo que en nada ayuda a la causa general.

Yo no tengo una verdad infalible para este asunto, por eso prefiero plantearme cada situación individualmente, evaluándola junto a profesionales no dogmáticos y con la disposición de seguir aprendiendo de cada una de ellas.Por eso rehuyo a quienes me sacuden con su dogma y con su incapacidad para reflexionar y adaptarse, como si fueran valores en lugar de lo que son, serias carencias para la diaria relación con otros seres vivos.