lunes, 17 de mayo de 2021

Conmigo no contéis, gracias

No me sumaré a esta falacia. Seguro que también yo caigo en mis incoherencias, pero no en esta. No me veréis haciendo campaña con el “Criar es conservar” al que muchos amigos bien intencionados me invitan. NO. El orden de las palabras importa ¡Y mucho! Criar no es conservar. Criar es reproducir para un fin, a veces excelente, otras peor que pernicioso. 

Cuento entre mis amigos más queridos a muchos criadores y es precisamente por ello que me importa la diferencia. El gobierno actual, en aras de un bien que a fecha de hoy desconozco cuál es, ha puesto su foco entre otras varias cosas en criaderos y criadores; temo que porque también a ellos les ha impactado la bien orquestada campaña de un sector de quienes se llaman a sí mismos animalistas y que saben de fauna lo que yo de fútbol. Razonablemente preocupados, los criadores contraatacan, pero lo hacen utilizando un eslogan resultón y falso que tira por tierra las buenas intenciones.

Es cierto que la conservación de numerosas especies necesita de su reproducción en cautiverio y es más que encomiable el esfuerzo de algunos criadores particulares por estudiar, cuidar, perfeccionar sus técnicas y apoyar a la causa de la conservación. Pero repito una vez más, CRIAR NO ES CONSERVAR. Hay demasiados especímenes malviviendo en cerrados que espantan a cualquier criador mínimamente ético, hay demasiadas gentes jugando a diosecillos como para que el estribillo no me escueza no ya en los ojos, sino incluso en el alma cuando lo leo. No, no me pidáis firmas para él. No estoy.

Conservar requiere, por cómo lo hemos hecho los humanos hasta hoy, de la custodia en cautiverio de algunos especímenes hasta la restauración de un hábitat mínimamente propicio. No basta soltarlo todo y ya. Sé que un sector de pretendidos animalistas, que además están contra zoos, acuarios y cuantos modos de cautiverio se planteen, odiarán este enfoque, los puedo entender, pero solo hasta un límite, el del realismo. A día de hoy, solo es viable una preservación de especies en espacios controlados y, en la medida de lo posible, autofinanciados. Ello conlleva, es cierto, un punto de lucro que a mí misma desagrada, pero es la única vía para hacerlo hoy y no podemos esperar a los cambios de las leyes. Hay que estar actuando ya, en paralelo. Cuando una empresa decide destinar una porción de sus ingresos a reconstruir y reintroducir, ya está haciendo más que decenas de vociferantes antizoos. NO pretendo que sea el modelo a largo plazo, pero intento no equivocar el foco. Las generalizaciones son malas, porque dan argumentos a los tramposos. Ni todos los zoos son iguales, ni lo son todos los santuarios y centros de supuesto rescate, ni lo son todas las organizaciones animalistas. Tampoco lo son todos los criadores.

Cuando me cuentan que criar es conservar, me acuerdo de las decenas de hibridaciones no fortuitas, del empecinamiento en consolidar mutaciones debilitadas,  de los “juntabichos” que se limitan a aparcar en un recinto ejemplares de diferente sexo, de cuantos están locos por sacarse de encima a las crías para volver a juntar los parentales sin tomar en cuenta que la crianza debería implicar no solo nacimientos, sino generación de individuos mental y físicamente completos y capaces...

Conservar puede ser, entre otras cosas, criar. Sin duda, si invertimos el orden de las palabras, mentimos.