jueves, 27 de abril de 2017

Liberad a Franky

Nota previa: No suele ser éste un espacio para tratar sobre ciclismo y no lo haré, aunque el pretexto para esta entrada sea el fatídico atropello de un  popular ciclista del equipo Astana durante sus entrenamientos . Empiezo manifestando mis condolencias a la familia, compañeros y seguidores de Michele Scarponi, al ciclismo en general. D.E.P.¡Ojala fuera el último al que despidamos por esta causa!

Cuando escribo o reflexiono sobre animales y sobre nuestra relación con ellos no evito la perspectiva emocional, es más, creo que sea imprescindible combinar ésta con el distanciamiento científico si queremos entender y entendernos de un modo más completo. Pero entiendo también, que no podemos permitir que esa sola porción de nuestra naturaleza empañe la lente o nos la desenfoque.

Cuando el fin de semana pasado supe del accidente sufrido por Michele Scarponi,  siendo aficionada y familiar de practicantes del ciclismo, la noticia me conmocionó, pero reconozco que no pensé en Franky en ese momento. Fue después, cuando alguno de los vídeos que ya conocía volvieron a circular por las redes a modo de homenaje y aparecían también fotos y comentarios, muchos inciertos, aunque llevados de la mejor intención. Entonces mis emociones empezaron a reorientarse y fue cuando decidí que iba a escribir al respecto.

Por sí alguno de quienes leen desconoce a qué me refiero, comienzo enlazando algún precedente.

http://www.elperiodico.com/es/noticias/ciclismo/scarponi-loro-frankie-5705464

http://hsbnoticias.com/noticias/deportes/ciclismo/video-frankie-el-loro-que-acompanaba-michele-scarponi-en-s-296930

http://video.gazzetta.it/scarponi-pappagallo-frankie-squalo/4d3fc7d8-2736-11e7-a55d-a9e68b928a4f?refresh_ce-cp

Hasta aquí, no mucho que decir. Guacamayo mascota junto a humano haciendo lo que le corresponde, volar, curiosear, trastear... Pero las realidades suelen ser más complicadas y casi nunca tan halagüeñas. Franky, pese a las apariencias, no es libre , o diré mejor que no lo es en el modo en que nos gustaría imaginarlo. Voy a explicarlo.

Franky tampoco es el loro de Michele, sino una guacamaya improntada por otro humano que también montaba en bicicleta. Este hombre, una vez que el ave supo comer por su cuenta y volar, considerando que ya había cumplido su cometido principal y como no disponía de tiempo suficiente para ella, porque debe ir a trabajar (Cito sus propias palabras) la fue dejando suelta por el vecindario para que se entretuviera hasta su regreso. Franky, curiosa y descarada como ejemplar joven y sin reglas, acude a diferentes lugares, entre ellos un cruce de carretera donde suele encontrarse con Scarponi. Éste-que tampoco está obligado a plantearse grandes cosas al respecto- se divierte parloteando y compartiendo sus sesiones con el animal como buenamente se le ocurre y además lo filma y lo comenta. A nadie puede culparse por desconocimiento, es más,  mi punto de vista no tiene porqué coincidir con el del propietario ni, seguramente, con el de la mayoría. Los periodistas, tan dados a sacar historias emotivas - incluso a veces donde no las hay- tienen un filón estupendo para rellenar hueco entre temporadas de competición. Hay muchos ciclistas entrenando por estos mundos, pero no todos son populares ni llevan un gregario con plumas...

Aquí sí, ya comienzo a volverme exigente, creo que el profesional de la información debería ahondar bastante más en los temas de que se ocupa, pero ya sé que pocos lo hacen, incluso con casos mucho más graves prevalece la superficialidad, así pues, poco a poco, en el imaginario de muchos, Franky -que además es azul y amarilla, como los propios colores del Astana- acaba siendo "el loro de Scarponi".

De este modo, no sabremos cuanto de preocupante pueda haber detrás de lo que nos relatan y, una vez más, se pierde ocasión de hacer conciencia no solo sobre los aspectos románticos y entrañables de esa relación, que los hay, sino de las responsabilidades, de los errores, o del amor muy mal entendido, de la malquerencia. De este modo, con Franky perdemos otra vez la ocasión de que cada vez haya menos Frankies, incluso aunque pueda seguir habiendo muchos guacamayos que se hagan amigos de humanos, porque una cosa no excluye la otra, lo aseguro.

La guacamaya fue separada precozmente de sus padres para capricho de un humano que quería criarla "como un niño". Sobra decirlo, un guacamayo no es un niño, ni viceversa, y conforme va cumpliendo semanas y meses va necesitando atenciones diferentes que ya no están siendo cubiertas siquiera como deberían atenderse para una mascota.

A pesar de lo pintoresco y de la apariencia de entrañable, Franky también se pone en riesgo en cada salida incontrolada- Hace cosa de un año fue muy gravemente herida en una de sus excursiones, estuvo a punto de perder un ala y le costó cirugía, dolor y rehabilitación volver por sus fueros. A poco estuvo de no volver a volar- y también ocasiona destrozos que el propietario paga, eso sí, porque a ratos  parece que solo fuera cuestión de dinero. Dinero para comprarla, dinero para pagar sus daños, dinero del seguro y dinero para los medios que difunden las "conmovedoras" historias. Estoy segura de que el hombre está convencido de su amor y resultaba doloroso leer sus mensajes sobre el sufrimiento de Franky durante la convalecencia. En esos días llegué a pensar que cambiaría sus modos de tenerla.

Paralelamente a esta noticia, más escondida, la de un niño que ha muerto en Sudáfrica días después del ataque del león de unos amigos al que incluso hacían dormir en su misma cama. Cierto, un guacamayo tampoco es un león, pero las consecuencias del desenfoque siempre están ahí. Solo cuando salpican la sangre, especialmente si la sangre es humana y de niños, nos impactan lo suficiente.

Pero volvamos a Franky. Olvidamos que una comarca italiana no es el hábitat natural de estas aves, por ejemplo. Olvidamos que los guacamayos son aves grupales. Olvidamos que la salud física y mental del ejemplar está en compromiso en esa desatención disfrazada de libertad...Olvidemos. ¡Qué bonita es Franky! ¡Qué bonito verla volar!

Hace pocos días, leí que Franky había tenido que ser enjaulada por sus travesuras. Los ciudadanos quejosos  de sus andanzas tampoco aparentan ser dechados de civismo, pues han llegado a amenazar con matar al ave -En estos casos suele ser el animal quien paga los platos rotos, por mucho dinero que el humano ponga en la cosa- El dueño, lejos de entender su error, su suma de errores y su irresponsabilidad, había vuelto a soltarla en cuanto se restableció de las heridas y comentaba que se le partía el alma por encerrarla. Decenas de mensajes de solidaridad en las redes y nula asunción de desenfoques previos que conducían a ese resultado, previsible y extremadamente imperfecto. En lugar de ello, tiraba de eslóganes como "Ha nacido para volar" o "Debe ser libre"¿Ha nacido también para ser un guacamayo entre guacamayos? ¿No debería haber podido aprender a serlo junto a sus padres? ¿O de estas consideraciones no cabe hablar? ¿Pensarían lo mismo si un propietario dejase su perro suelto por la ciudad para que sea libre y se entretenga cuando y como desee, porque  no puede ocuparse constantemente de atenderlo? ¿Y si lo que Franky destroza tiene valores más allá de lo material para alguno de los damnificados? Si ha presumido de que la guacamaya lo considera su papá y él así lo quiere ¿No es la responsabilidad de padre más amplia que dar biberones? ¿No es posible permitirle que vuele bajo la vigilancia responsable de esos humanos que la han hecho vivir en Italia?

Las imágenes "denuncia" de los fans de Franky muestran un jaulón construido en el porche de una vivienda, sin un solo elemento para la diversión o el enriquecimiento, sin materiales que manipular o romper. También a mí se me partió el alma viéndolas, pero no exclusivamente por el encierro obligado, sino por pensar cuántas barbaridades más deberá soportar ese ejemplar  con admiradores poco o nada dispuestos a reflexionar sobre cómo se ha llegado hasta aquí, a aprender algo sobre etología de psittaciformes y sortear cuando menos los problemas que ya van dando la cara.

A Franky, de unos cuatro años ahora, le quedan muchas ocasiones de riesgo y de malos ratos. Entre tanto, los humanos a quienes debe su popularidad se plantean cosas como que "el encierro de estos días le sirva de lección para que vuelva voluntariamente a casa a recogerse por las noches" y atribuyen las quejas y denuncias a envidia, que no diré yo que también haya habido algo de eso -muy probablemente hay buena dosis- pero insisto, podríamos ver más allá si de verdad Franky y otros como ella nos importan por encima de nuestro ego. El encierro sin alternativa hace sufrir a Franky, sin duda, pero la solución más sensata no sería soltarla sin más. O al menos, así lo veo yo.

Un guacamayo es absolutamente capaz de aprender pautas diarias, horarios y rutinas sin someterlo a un adiestramiento circense. Estas aves, que deben desenvolverse en grupos y compartir su espacio con otras, aprenden de sus mayores los rituales y reglas que permiten que el grupo funcione. Franky no ha tenido la ocasión de aprender el equivalente a ello para su desenvolvimiento entre humanos y es seguro que lo va a necesitar. Cuanto más tarde y más radical sea el intento de limitarla, más sufrirá.


Scarponi encontró a Franky, o ella a él, a comienzos del 2016, cuando entrenaba y, desde luego, a la guacamaya le divertía acompañarlo en  algunas de sus sesiones. Hay también imágenes de Franky en la terraza de un bar comiendo helados, bebiendo refrescos de té, posada sobre la porteríaen  partidos de fútbol local, en los brazos de muchos curiosos que pasean por la zona, recibiendo sorbos de cerveza de los domingueros... Sin duda, la guacamaya proporciona su cuota de protagonismo al municipio, a los vecinos, al propietario que, sin empacho, exhibía en youtube un vídeo de Franky  posada en la ventanilla abierta del piloto mientras él conduce su coche y ambos silban "Don´t worry, be happy"...Hay fotos de Franky posada sobre otros cascos y sobre otros ciclistas -A alguno se lo destrozó y hubo que pagarlo también- e incluso en una gasolinera o en la portilla abierta del cuadro eléctrico de un chalet... En todo esto, a nadie parece pasársele por la cabeza lo perjudicial que estas costumbres puedan tener para el ave. ¿Cuántas aves se estrellan contra vehículos cada año? ¿Qué hay de la posible distracción de los conductores cuando vuela raso en las carreteras?¿Dejaríamos a un niño andar suelto sin control mientras sus padres trabajan? ¿Y si en lugar de tratarse de la exótica guacamaya se tratase de un caballo o de un jabalí? ¿También nos parecería entrañable que se metiera en las fábricas de la zona o en las casas y los jardines de los vecinos? Ella lo hace.

Franky ha estado perdida en alguna ocasión, ha tenido problemas de salud y hasta ha protagonizado encuestas sobre si deberían buscarle o no un novio, cosa que al parecer no ha nacido para experimentar por ahora (El plan parece aparcado, acaso porque, según muchos encuestados, dejaría de ser amigable) . En resumen, una estrella de youtube y de las redes sociales bastante más que un ave no autóctona por cuyo mayor bien se esté velando. Las cosas claras.

De la tragedia de  Scarponi derivó el que Franky volviera a ser soltada- creo que sin nueva autorización, ni cosa parecida- El propietario acudió con Franky, "il famoso pappagallo libero", para dejar una rosa en homenaje al ciclista. Ella pudo volar hasta lo alto del cartel desde el hombro de su dueño ¿Esperó allí a Michele? No lo sabemos, aunque nos guste creer que sí, la historia seguimos contándola los humanos con enfoque de humanos. Anoto la metáfora de la señal dirigiendo al "Arcobaleno, café"-al arco iris- y también a mí me gusta creer que tenga algo de simbólico todo esto, pero no llego al extremo, como algún seguidor, de decir que al menos la desgracia ha servido para volver a liberar a Franky y tampoco de esperar, como leí en algunos perfiles en las horas siguientes, que la guacamaya acudiera al funeral y al entierro del desdichado ciclista. La lora no asistió y entonces algunó aseveró que era su modo de demostrar el enfado por lo ocurrido. Cosas de humanos.

Yo, que he tenido ocasión de asombrarme con la sensibilidad y las capacidades empáticas de muchas aves con las que he tratado, incluidos guacamayos, no dudo que Franky extrañe a su compañero de rutas, pero me siento incapaz de humanizar estos hechos hasta tal extremo y sí, en cambio, siento que todas estas historias no le están sirviendo para mejorar su situación, sino para seguir alimentando un espectáculo hasta que surja otro animal al que convertir en estrella temporal de las redes, sea un perro rescatador, un oso acróbata o un gamusino piragüista. El caso es ese, espectáculo, emociones y percepciones humanas, proyecciones de nosotros mismos y siempre, mal que nos pese, egocentrismo.

Nadie podrá ya liberarla de  algunas de sus cadenas, aunque no vuelva a su jaulón. Parece que por ahora, tampoco a los aspectos peores de la convivencia con humanos, a determinada forma de convivencia con humanos. Pero mientras yo pienso eso, otra vez los periodistas nos muestra imágenes de la guacamaya posada sobre los carteles del cruce donde sucedió el accidente. Cuentan que es su forma de despedirse. Si una se limitara a creerlos, parecería que lleve allí desde el mismo sábado, pero los hechos son que Franky ha seguido sus rutinas, incluso ha vuelto ya alguna vez a casa. Lo que un guacamayo- aún incompleto como ella- hace cuando pierde a un miembro de su bandada, seguir viviendo, aunque lo extrañe y se haga consciente de que quizá no vuelva a verlo.

¡Ojala Franky tarde muchas décadas en volar hasta el arco iris y ójala que lo haga por vejez y no por las circunstancias de su azarosa vida de estrella mediática! A veces el peor cautiverio es una libertad mal entendida.