viernes, 29 de agosto de 2014

Aprendizaje...


En los primeros años, cuando todavía no había terminado de confirmar que ésta podía ser una profesión, aunque empezaba a recibir un salario por ella, me sorprendía sobremanera la dificultad para acceder a la información, no tanto por ausencia de ella, sino lo que resultaba terrible, por el oscurantismo que rodeaba a lo que yo siempre había imaginado como una vocación.

Ingenua de mí. Llegadas las facilidades comunicativas de internet, el acceso de todos o casi todos a la lectura y a otros medios, también llegué a imaginar que sería imperdonable no apoyar a quienes vinieran detrás, no compartir con ellos conocimiento, experiencias y dudas para que no tropezasen con  piedras cuya posición yo había podido descubrir con dolorosos batacazos. Se sumaba a ello el pensar que además trabajábamos con otras vidas, que serán receptores del buen o mal hacer mucho más allá de lo que puedan serlo los llamados clientes.

Con ese punto de vista, me dispuse a colaborar con todo foro, grupo, publicación o curso que promoviese la mejora en el conocimiento de los animales sujetos a nuestro trato. No me arrepiento de ello. Esta actitud me ha ayudado en un mayor saber sobre mi oficio, pero singularmente, me ha ayudado a unos descubrimientos impagables. Uno de los primeros fue que, pese a los coeficientes, a las calificaciones académicas, a la experiencia y a los bastantes años que ya van pesándome, resulto ser uno de los ciudadanos más incomparablemente torpes que pueblan el globo. Lo que me lleva supuestas casi tres décadas de esfuerzo y estudio, mis congéneres lo consiguen con leer un par de líneas de alguna de mis intervenciones, más aún, algunos con escuchárselas a un tercero que pasaba por allí. Los que me quieren bien intentan animarme diciendo que eso es debido a mi capacidad didáctica, pero no cuela.

Otra buena enseñanza obtenida de este tiempo es que no importa cuantas decenas de casos y cosas se hayan atendido, cuantos años de práctica y de estudio (ya repito que lo mio ha sido cosa de décadas poco fructuosas) lleve una acumuladas, si no es capaz de contar las cosas poniéndole complejos nombres que recuerden al inglés macarrónico- mejor aún si son directamente en el tal inglés- ni puede descargar tres o cuatro buenos acrónimos que tampoco correspondan con nuestro poco lustroso castellano, sino al susudicho idioma sajón, no será nada. Por sorprendente que parezca, esta condición ha llegado a ser necesaria incluso para dirigirme a profesores de gramática en ejercicio.

Pero la mejor de todas, la lección que sin duda considero más valiosa es la cuasi solidaridad con aquellos primitivos profesionales que se mostraron reticentes ante mi sed de conocimiento. A día de hoy, acabo sintiendo cuan injusta fui y cuanto debería esforzarme en parecerme a ellos cuando compruebo primero, que el haber colaborado altruistamente y de buena fe, el haber solventado dudas y atendido pensando en el desdichado animal a quien se refiriesen las preguntas, o al angustiado propietario que las planteaba, me obliga indefectiblemente y por siempre a
1-atender en cualquier momento del día o de la noche cualquier consulta que pudiera plantearme cualquier ciudadano del planeta
2-aceptar como buena y elogiar públicamente cualquier resolución que un ciudadanos haya podido tomar aduciendo haberme preguntado
3-admitir que cualquiera pueda decir ser alumno o colaborador mío y seguir mis enseñanzas y a asumir por míos sus errores cuando estos acontezcan
4-admitir bajo mi tutela todo ser vivo que cualquier ciudadano tenga a bien encomendarme en todo momento y lugar
5-trabajar sin cobrar por el hecho de que yo soy buena, amo los animales y cualquiera que me conozca sabe que sería incapaz de actuar de otro modo.
6-acudir con entusiasmo a los eventos que otro profesional tenga a bien celebrar usando mis enseñanzas, mis conocimientos (pocos) y mis publicaciones sin hacer mención a ellas ¡Por supuesto!
7-aplaudir que todas las personas dichas y algunas otras que deseen sumarse a la fiesta cobren por mi trabajo lo que jamás estuvieron dispuestas a pagar por él y animar al público en general a participar de tales situaciones.

Creo que me dejo al menos otras tres o cuatro obligaciones, ya digo que aprendo despacio. Sólo me queda confiar en que los años que me quedan hasta la jubilación me permitan completar todo el decálogo que, como no podría ser de otro modo, divulgaré, haré circular y permitiré que sea denostado, plagiado y reconstruido por estos mundos de Bill Gates. Ahora lo dejo, que están consultándome en el chat y podría tratarse de una urgencia.

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