miércoles, 18 de enero de 2023

NI PROTECCIÓN,NI RESPETO, NI DEFENSA DE DERECHOS

 Han pasado muchos meses desde la última entrada y muchísimo tiempo desde que me pronuncié respecto a lo que entonces era un anteproyecto sin tramitar. El tiempo no solo no ha resuelto los problemas, sino que parece que algunos se enquistan o se complican todavía más. Vuelvo por ello sobre el tema de la pretendida “Ley de protección animal” o lo que otros han dado en llamar “Ley animalista”. Como simplificaciones para andar por casa me puede valer cualquiera de estas denominaciones, pero ninguna de ellas es ajustada. Si animalista es, según la RAE, quien defiende los derechos de los animales, este proyecto se aleja bastante de tal definición; por otro lado, atribuir sólo a este proyecto y a quienes lo defienden tal condición, significaría que quienes estemos contra él no defendemos tales derechos. Nada más incierto. Demasiados defensores, profesionales y amantes  de la Naturaleza hemos expresado ya cuanto de pernicioso podría tener la entrada en vigor de esta norma. Tampoco sirve la generalización “protección animal” ni siquiera la oficial de “derechos de los animales” ya que son innumerables los desatendidos y perjudicados por este pretendido escudo.

Existe entre los políticos en general y entre los promotores de este texto en particular una propensión al mesianismo que asusta. Se creen llamados a una personal cruzada que emprenden desde la ocurrencia, guiados acaso por un deseo del bien que poco o nada ha tenido en cuenta a los sujetos receptores del supuesto beneficio. Al igual que el sacerdote célibe se permite guiar, adoctrinar y hasta condenar a la mujer casada (por poner un ejemplo), llegan este tipo de “sacerdotes del animalismo” con su infalibilidad sobrevenida mágicamente, sin conocimiento alguno o, a lo sumo, con un conocimiento sesgado y muy incompleto, a dictar cuanto debe hacerse y cuanto prohibirse con el criterio de “regulo aquello que me interesa y prohíbo lo que desconozco para no tener que complicarme”. El dogma, de nuevo como en la religión, no admite dudas ni matices. ¡Dónde íbamos a parar, oiga usted!

Como persona que siempre me he tenido por progresista, me duelen muy especialmente estos afanes punitivos y prohibicionistas. Ni la ley seca acabó con el alcoholismo, ni la ilegalización de las drogas ha acabado con su tráfico. La prohibición de especies no resolverá su tráfico, solo va a acrecentar el contrabando, como ya se ha visto, trágicamente, en demasiadas especies hoy listadas en CITES. Sin duda es necesaria una regulación, pero un mal no desaparece porque publiquemos su prohibición en el BOE y por este camino, dañaremos aún más a lo que se dice estar protegiendo. Proliferarán, como ya ocurrió en otras ocasiones, las ventas en negro, el contrabando y el oscurantismo, quienes puedan conseguírselos, seguirán teniendo los ejemplares que les parezca bien. Me limito a poner un ejemplo que igual conocen , el afamado guacamayo de Spix-Sí, el de la famosa película Río- Cuyo comercio prohibido no impidió que algunos multimillonarios del mundo dispusieran de ejemplares en sus aviarios particulares. Fue precisamente una suerte de amnistía y varios acuerdos internacionales lo que permitió aflorar un plantel suficiente como para intentar la cría en cautividad y los programas de reintroducción en naturaleza.

Han sido precisamente la cría ordenada en cautividad y la puesta en valor para el gran público las que han ayudado a que muchas especies estén hoy consolidadas, han sido las enseñanzas de la zootecnia y la zoología las que han permitido recuperar especies y hábitats. Ha sido la posibilidad de verlos de cerca e interactuar con ellos la que ha promovido el interés de los ciudadanos de a pie por muchísimos de estos seres vivos que, en efecto, son sintientes. Animo a las gentes de buena fe de los ministerios de Derechos Sociales y del de Transición Ecológica a leerse, por ejemplo, a Gerard Durrell, que es facilito y no les va a robar mucho tiempo.

Hay que crear conciencia y promover el respeto, síiiiiii. Desde la información, desde la educación, desde el conocimiento sano, alejado de la humanización, del peluchismo, del antropocentrismo. Se puede hacer mucho, muchísimo y muy bien. Es imprescindible, pero no es así. Infórmense sin sesgo. Hagan hueco a la ciencia y aparquen la mitología. Solo puede protegerse aquello que se respeta y sus modos no están siendo en absoluto respetuosos. La ignorancia mata y la muerte no es reversible.

Háganse un favor y no pongan más en evidencia su ignorancia, dejen de mentir y de mentirse. NO ES VERDAD que todos cuantos no queremos esta ley no defendamos el bienestar animal. Es precisamente porque lo defendemos, porque llevamos años defendiéndolo por lo que muchos de nosotros nos oponemos frontalmente a su proyecto. En mi caso, es más que probable que, entre pitos y flautas, de acabar saliendo adelante este texto, lo haga cuando yo esté ya al final de mi carrera profesional, pero no por ello dejaré de asistir espantada, como verdadera amante de la naturaleza, a los resultados de la puesta en vigor de un esperpento como el que tienen ustedes en tramitación en el Congreso. Están a tiempo de retirarlo, ignorar cantos de sirena y rehacerlo con conocimiento de causa (si lo que de verdad quieren es la defensa de los derechos de los animales y no los de un oscurísimo lobby  con demasiados tentáculos y poca afinidad con los cefalópodos). Hay centenares de especialistas dispuestos a informarles.


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