lunes, 1 de julio de 2013

De dominancias, jerarquías y otras reflexiones

Tengo la impresión de que a veces el lenguaje, en lugar de comunicarnos, nos aleja  de la información,  porque sin saberlo, lo empleamos inapropiadamente . Un ejemplo sencillo es el uso de los términos dominancia y jerarquía y todos los planteamientos que de su comprensión derivan cuando tratamos de la tenencia de animales.

Jerarquía es gradación, ordenación en niveles. Nadie puede negar que exista orden en los grupos. Puede ser un orden duradero, cuasi permanente o un orden ocasional, surgido de una circunstancia y que puede modificarse en otro momento posterior. Muchos humanos imaginan que cualquier grupo animal dispone de una jerarquía precisa y duradera, pero esto no siempre es así, o en el mejor de los casos, no lo es en la forma en que el humano suele comprender hoy por hoy.

Dominancia es prevalencia, superioridad en la influencia de un individuo frente a otros y no necesariamente ha de ser por físico ni por violencia; esto último entraría más en el término dominación, que se parece mucho pero que no es lo mismo. Un individuo domina en un grupo cuando es su modelo, su patrón, existe incluso la dominancia genética, por ejemplo, que es  la manifestación en el fenotipo de ese rasgo frente a otro que no desaparece pero que  deja de apreciarse a simple vista.

Los humanos cuando poseemos materialmente otros seres vivos (Es decir, cuando somos sus propietarios legales) tendemos a confundirnos, a desear consciente o inconscientemente la dominación, el sometimiento del otro ser. Que sea una prolongación de aquella parte de nuestro yo que no podríamos ejercer si lo dejáramos conducirse a su manera. En esa línea, y entendido desde el punto de vista del humano, claro está, funcionan los métodos al uso. Haz esto para que tu perro (o tu conejo, o tu loro,o tu garrapata) haga aquello. Pero si nos limitamos a buscar la técnica para la dominación, cualquiera que sea el nombre usado, siempre estaremos en el disparadero, siempre en el riesgo de que el dominado se rebele o de que se trastorne hasta quedar inútil como objeto de manipulación ,y lo que es peor, como espécimen. Porque lo que generalmente sucede es o bien que esos rasgos que hemos intentado adecuar, tan solo se hayan enmascarado y se mantengan ocultos a nuestra primera impresión, pero pugnando contra el resultado que nos complacía o bien que su verdadera desaparición lleve aparejada una cadena de otros sucesos colaterales que interfieren en la conducta normal del ejemplar.

¿Cuántos especímenes deberá destruir cada propietario antes de asumir que el camino de la dominación no es el adecuado? Temo que todavía muchos, siempre demasiados.


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